26-12-2013
Homicidios a orillas del río Spree
El
día se presentaba rutinario y los supermercados continuaban cerrados. He
terminado el montaje de la performance de ESOC, quitándole la parte inicial de
la preparación, pues me han dicho por correo que cuando actúan como ESOC son
anónimos y tendría que emborronar las caras o ponerles un cuadrado negro, cosa
que me parece completamente anti estética con lo que he preferido eliminar la
mitad de la secuencia. La verdad es que ahora queda mucho mejor. No sucedía
nada relevante durante la preparación. Era interesante, mínimamente, pero
perfectamente descartable. De la performance de ESOC lo realmente atractivo era
la actuación. Ya habrán otras propuestas en las que pueda grabar la preparación
del evento.
Con
todo cerrado y nada de ambiente no valía la pena salir a la calle. He
aprovechado para actualizar la página web del proyecto y elegir las palabras de
las entrevistas, que salvo que cambie de idea serán: Name and country, Art, Berlin, Creativity, Apple, Silence, Time, I, Dinosaur, Memory (Historic memory), Spain, Pollock, Exhibition, Musem (or Gallery) y Begin.
También
he empezado a trabajar en una cosa que he decidido que se convierta en
proyecto: semanalmente mi madre quiere que le envíe un autorretrato. De momento
lo estoy cumpliendo y si lo hago hasta que finalice mi estancia tendré
suficientes imágenes, y significativas, que muestren el paso del tiempo y mi
evolución (aunque sea física) en Berlín. Evidentemente, la pieza no iba a ser
tan sencilla como unas simples fotografías de mi mismo (cosa que no me gusta
hacer), sino que estos Autorretratos para
mi madre (así titularé la pieza) voy a llevarlos al terreno de Desaparezca aquí desenfocando por
completo mi figura dentro de la imagen, convirtiéndola sólo en una presencia en
el ambiente, una mancha, un borrón, un fantasma que ha habitado esos lugares
pero que los ha tenido que dejar atrás, una huella. No subiré el álbum
fotográfico hasta que no esté terminado, no vaya a ser que cambie de idea o no
me convenzan los resultados.
Después
de comer me he puesto una película del festival Márgenes, Torres y cometas (Gonçalo Tocha, 2013) y un cortometraje de Jorge
Tur: Si yo fuera tú, me gustarían los Cicatriz
(2010). Y he pensado que si estas dos películas han circulado por festivales
es que, o hay que tener muchos contactos que te ayuden a colocar tus obras por
el mundo, o venderlo tan bien que ni los miren los programadores, o salir de
una escuela de cine o un máster con la suficiente influencia para meterte un
pie y medio en el mundillo. A ver, que me han parecido interesantes, y esto es una reflexión en general. Pero lo
que hago yo juega en la misma liga, pero lo hago sin un equipo que me apoye, es
decir, las películas que he hecho hasta ahora no tienen detrás una productora
ni mecenas, ni padrinos, con lo que me siguen viendo como un cineasta amateur. Pues bien orgulloso hay que estar de ello, y las
palabras de Maya Deren grabadas con fuego[1]:
El mayor obstáculo para los cineastas amateurs es su propio sentimiento
de inferioridad vis-à-vis con las producciones profesionales. La propia
clasificación “amateur” tiene un timbre apologético. Pero la propia palabra
–del latín “amateur”– “amante” significa alguien que hace algo por amor a la
cosa más bien que por razones económicas o por necesidad. Y este es el
significado por el cual el cineasta amateur debe tomar su camino. En lugar de
envidiar el guión y los escritores de diálogos, los actores entrenados, los
equipos elaborados y los sets, los enormes presupuestos de producción de los
films profesionales, el amateur debe hacer uso de la gran ventaja que todos los
profesionales le envidian, llámese libertad –tanto artística como física.
Libertad artística significa que el cineasta amateur nunca es forzado a
sacrificar el drama visual y la belleza a una corriente de palabras, palabras,
palabras, palabras, a la incesante actividad y explicaciones de un plot, o al
despliegue de una estrella o del producto de un patrocinador; de la producción
amateur no se espera que retorne utilidades sobre una gran inversión
manteniendo la atención de una audiencia masiva y variopinta por 90 minutos.
Como el fotógrafo amateur el cineasta amateur puede dedicarse a la belleza y la
poesía de lugares y eventos y, desde que usa una cámara de cine, puede explorar
el vasto mundo de la belleza y el movimiento… En vez de tratar de inventar un
plot que mueva, usa el movimiento del viento o del agua, los niños, la gente,
elevadores, pelotas, etc., como un poeta las celebraría. Y usa su libertad para
experimentar con ideas visuales; sus errores no harán que lo despidan.
Libertad física incluye libertad de tiempo –libertad de los plazos
impuestos por un presupuesto. Pero sobre todo, el cineasta amateur, con su
pequeño, ligero equipo, tiene una inconspicuidad, y una movilidad física que es
la envidia de la mayoría de los profesionales, cargados como están por sus
monstruos de muchas toneladas, cables y equipos. No olvides que no hay trípode
construido que sea tan milagrosamente versátil en movimiento como el complejo
sistema de soportes, articulaciones, músculos y nervios que es el cuerpo
humano, el cual, con un poco de práctica hace posible una enorme variedad de
ángulos de cámara y acción visual. Tú tienes todo esto y un cerebro también, en
un solo, compacto, empaque móvil.
Las cámaras no hacen films. Los cineastas hacen films. Mejora tus films
no añadiendo más equipo y personal sino usando lo que tienes a su total
capacidad. La parte más importante de tu equipo eres tú mismo. Tu cuerpo móvil,
tu mente imaginativa, y tu libertad para usar ambos. Asegúrate de usarlos.
Maya Deren, Film Culture, Invierno de 1965.
Parecía
que salía un poco de sol, ya me había escuchado el disco de León Benavente
(gran descubrimiento del día) y he pensado en coger mi cámara analógica para
hacer algunas fotos. Todavía no he podido practicar con ella. La luz se ha ido
en unos minutos y he tenido que descartar la idea. Pero no quería pasarme “la mañana, la tarde, la noche, tres veces al
día y venga otra vez” como hace Sr. Chinarro, un día más encerrado en mi extraña
habitación. He cogido la cámara de fotos digital y he salido a dar una vuelta
bordeando el río. De la nada ha salido un proyecto de lo más interesante al que
he titulado: Homicidios a orillas del río
Spree[2],
aunque cada vez que pienso en ello me viene el título de una canción de Manos de
topo: Tragedia en el servicio de señoras.
A veces no se como funciona mi cabeza. House
by the river (1950) de Fritz Lang también revoloteaba entre mis greñas
mientras sacaba fotografías.
Ha
sido una mezcla entre el error, la casualidad y la mente creativa lo que ha
dado vida al proyecto. Las horas del día se iban apagando y mi cámara en modo
automático ha decidido utilizar el flash. Por supuesto, la foto ha salido
horrible. Después me he encontrado con una bicicleta a la que le habían robado
las ruedas. Le he hecho una foto, sin flash, pero teniendo que bajar tanto la
velocidad de obturación por la falta de luz que por muy quieto que me quedaba
la imagen salía ligeramente movida y desenfocada. Para la siguiente foto, tres
pequeños postes de colores, he utilizado
el flash. Estaba a mayor distancia que en la primera foto, y el cielo
completamente azul, lo que le ha dado un
punto interesante a la imagen. He vuelto a hacerla pero corrigiendo el encuadre
para que la luz del flash rebotara contra el primer plano del suelo y no
directamente con los postes. Ha quedado un efecto que me ha gustado.
Caminando
le he seguido dando vueltas a si utilizar el flash o no. En la siguiente
fotografía he probado las dos opciones. La foto con flash, un flash bien pensado
antes de disparar, no al tun-tun y a ver que sale, me ha vuelto a convencer. Me
ha recordado a las fotografías de archivos policiales que se toman en los casos
de homicidios. Como las fotos que estaba haciendo eran de objetos degradados,
olvidados, rotos, perdidos y polvorientos a la orilla del río, he decidido
trabajar todas las imágenes con el flash como si cada una representase la
prueba de un posible homicidio siguiendo la corriente del Spree.
Se
ha dado la casualidad de que a medida que iba bajando el barrio se volvía más
marginal y la tarde daba paso a la noche. Al subir por la otra orilla hasta he
temido por mi vida. La calle apenas iluminada, mis pasos chapoteando por el
fango, las largas de los coches que me iban adelantando, las personas con
pintas extrañas, una manzana que en lugar de bloques de edificios era como un
parque de caravanas abandonado. No se como lo hago para terminar metiéndome en
estos lugares sin darme cuenta. No hay verdad sin experiencia, y experimentar
esa mala sensación de pasar a formar parte de uno de esos homicidios que me
estaba imaginando me ha servido para que mis capturas fueran más urgentes y
tenebrosas, más reales. Este día tan rutinario se había convertido en un
vértigo de misterio y suspense a orillas del Spree. Al llegar a casa me he
puesto Camille Claudel 1915 (Bruno
Dumont, 2013), y quizás sea mi cabeza que es capaz de relacionarlo todo aunque
sea por el mínimo detalle, pero la película ha conectado perfectamente con lo
que ha sido mi día y mi terror a la locura que produce el confinamiento y el
hastío.
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