7-12-2013
La memoria sobre Berlín
Hoy
ha sido un día tranquilo. Creo que ya dije esto ayer. Pero como cantan La Buena
Vida: “Vivir la vida tranquila, con ganas
y sin amor, es el método ideal para durar muchos años y conservar juventud”.
Juventud quizás, pero conservar los pies a este ritmo lo veo más complicado.
Hoy
quería ir al Tiergarten para grabar un par de cosas: el proyecto dedicado a
Berlín y un microproyecto. La primera parte ha salido bien. Lo del
microproyecto ha sido imposible.
La
idea de esta pequeña pieza es partir de un imagen postal (siendo sintéticos) e
ir acercándonos hasta convertirla en pura abstracción de píxeles. Ya explicaré mejor
su sentido si logro hacerla. En principio, tomando como referente el cuadro de
Seurat Tarde de domingo en la isla de la
Grande Jatte (1884) quería grabar a gente junto al río Spree en una mañana
soleada de fin de semana, esperando que hubiese más movimiento dado que los
niños no tienen colegio y la gente sale a pasear.
Por
supuesto, mi(s) idea(les) era(n) totalmente desacertad(a/os). Primero, esto es
Berlín, no París: las condiciones de luz, el cielo y la actividad de sus
habitantes no son las mismas. Y segundo, estamos a finales de otoño, no en
primavera: hace frío y no apetece pasarse la mañana en la húmeda y escarchada
hierba que cubre el Tiergarten. No
siempre salen las cosas como uno quiere, pero uno siempre puede volver a
intentarlo. Creo que lo voy a replantear en función de las condiciones a las
que estoy sometido. No va a ser una tarde de domingo, no va a ser junto al río
y no va a ser un grupo de habitantes berlineses. Donde hay más movimiento, y
paso más desapercibido, es en los lugares turísticos. La Puerta de Brandemburgo
me ha gustado mucho y hay suficiente actividad para lograr abstracciones de lo
más variadas y rítmicas. Creo que lo grabaré ahí la semana que viene.
Para
llevarme este chasco ha sido otra mañana de largo recorrido. He salido de casa
a las 10.45 y he llegado a las 16.40. Otras seis horas sin descanso en las que
he recorrido unos 20km con mi cámara al hombro y grabando todo aquello que creo
que será útil. Demasiado material estoy acumulando y llevo menos de una semana.
Debería tomarme un par de días para pensar que retrato quiero hacer de Berlín y
así grabar menos y con mayor claridad.
Pensando
en esto mientras caminaba y subiendo hasta el mirador de la Columna de la
victoria (Siegessäule) creo que ya tengo claro como voy a comenzar la película.
El cielo sobre Berlín (Wim Wenders,
1987), una de las películas más maravillosas de la historia del cine, comienza
mostrando la capital alemana desde las alturas. El ángel Damiel (Bruno Ganz)
sentado junto al rostro de Niké, la diosa de la victoria, contempla a sus
habitantes desde el cielo.
Evidentemente
no soy ningún ángel, y mucho menos Wim Wenders, aunque comparto su mirada
existencialista sobre el mundo (éste film es un contrapunto). Esa esperanza en
la humanidad que lleva a Damiel a querer convertirse en humano hoy en día es
difícil de encontrar, y mi película desde luego no va a ser una búsqueda de
ello. Yo voy a grabar desde el suelo, lo máximo que el trípode me pueda
permitir, con la cámara lo más apegada a la tierra, a lo Ozu (cineasta nipón
tan admirado por Wenders y todo cinéfilo que se precie). Pero para grabar desde
el suelo hay que mirar primero al cielo, hacia arriba, ¿qué o quién nos ha
llevado a este momento concreto de la historia?
La
película comenzará con mi particular Cielo
sobre Berlín. Primero las grandes estatuas que nos observan desde las
alturas, cuyo petrificado rostro de impertérrita mirada nos hace sentirnos uno
más en el tren de la historia. Esas estatuas que contemplamos como dioses nos
hablan y nos juzgan al mismo tiempo. Nos dicen que sucedió y nos retan a no
repetir errores pasados. Su seriedad, su
inmutabilidad, la profundidad de sus ojos de Medusa intenta convertirnos
en piedra durante unos segundos para hacernos pensar en nuestros actos. (O esa
debería ser su función en la actualidad, o al menos, la forma en la que los
turistas las deberían contemplar, y no como un mero objeto del suvenir para el
iPad).
Así
pues, desde las alturas, desde la Historia, desde el paso del tiempo, los grandes
memoriales de Berlín contemplarán a sus habitantes. Después podrá comenzar la
H/historia. Esto me ha abierto ahora mismo un nuevo campo de visión donde la
estatuas de la ciudad deberán estar presentes en cada plano. Me gusta la idea,
es concreta, tiene matices y lecturas y no es ir vagando sin rumbo por la
ciudad haciendo un Falso movimiento
(Wim Wenders, 1974). Porque cualquier puede grabar Berlín, pero solo una idea
lúcida puede ofrecer una nueva mirada de la capital que consiga hablar del Estado de la cosas (Wim Wenders, 1982).
Y ya que estoy absorto con Wenders (de hecho, así he llamado al portátil con el
que estoy trabajando aquí), voy a citar para concluir esta reflexión otra de
sus películas: el resultado final se decidirá En el curso del tiempo (1975)[1].
Hablando
del recuerdo, de la memoria y del respeto por el pasado. Me gusta salir a
caminar sabiendo el punto de llegada, pero no el trayecto que debo seguir. Así
puedo encontrarme con sorpresas. A veces agradables, otras horribles. Me ha
emocionado darme de bruces con el museo dedicado a la historia del Muro de
Berlín: “Casa del Checkpoint Charlie” (que ya visitaré con profundidad otro
día).
Me
ha parecido una atrocidad lo que he visto al encontrarme, como quien no
quiere la cosa, con el memorial al
holocausto judío. Me he negado a grabar un solo plano. Los turistas se hacían
fotos como si fuera una atracción más. Unos posaban delante de los bloques que
forman el monumento, otros se subían a ellos y saltaban para tener la típica
foto congelada en el aire. Me ha parecido una vergüenza y una falta de respeto.
Mi cámara no grabará el memorial infestado de turistas con cámaras Réflex. De
hecho, he decidido que no voy a grabar ni hacer una fotografía del sitio.
Al
principio he pensando que ya volvería a grabar un día en el que el tiempo y las
horas hicieran que no hubiera gente atentando contra la memoria. Si lo grababa
sería vacío y nevado. Pero ya hay suficientes fotos en Wikipedia para que este
lugar no quede en el olvido. Plantar aquí mi cámara para tener otro plano más
de mi visita a Berlín no me parece ético. Quizás, si creo que es necesario para
la película grabe algo. Solo si lo creo realmente significativo, y no como un
lugar más de la ciudad. Solo lo haría si me parece legítimo para hablar de los
laberintos de la memoria y de las huellas del pasado. Por ahora con las
estatuas hay suficiente.
Posdata:
Entre
las estatuas que he grabado hoy se encontraba la del famoso fundador del Estado alemán moderno, Otto von Bismarck,
desconocido para mis compañeros de vuelo. Al igual que la cuadriga de la puerta
de Brandemburgo. (Léase la entrada del día 2-12-2013: Conquista de lo inútil).
[1] Nota: espero que se haya entendido la jocosa ironía
de este juego de palabras y nadie se lo haya tomado en serio.
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