5-12-2013
Everything is illuminated
Todo
estaba planeado para la fiesta de esta noche. El día ha transcurrido tranquilo
hasta las ocho. Me he levantado, he desayunado mi zumo de naranja acompañado de
dos galletas rellenas de chocolate y un bollo de leche. Me he despejado y he
ido al Lidl a comprar aquello que comenzaba a escasear, séase, galletas
rellenas de chocolate y bollos de leche. También el detergente y suavizante
para la primera colada que haré dentro de un par de días. Como veis, Todo está iluminado, o, utilizando el
título original de la novela (y la película protagonizada por Elijah Wood y
dirigida por Live Schreiber en 2005; que queda más lírico): Everything is illuminated.
Nada
trascendente ha sucedido esta mañana. Después de volver del Lidl he cogido la
cámara réflex Canon EOS 700D que me ha dejado Juan para realizar el proyecto y
la he estado toqueteando antes de salir a grabar con ella. Esta cámara la voy a
utilizar principalmente para la parte del proyecto titulada La habitación blanca, y que va a
consistir en grabar la residencia vacía, a los objetos que viven en ella y el
espacio en sí mismo, y cómo todo se ve modificado por el uso que se le da.
Quería grabar el jardín y eso he hecho. Como estaba en la misma residencia y la
idea era grabar cuatro planos, no me he puesto lo guantes. Otra vez me he
quedado a un paso de la amputación de los dedos de la mano. Y es que cuando te
pones a grabar, ya lo cantaba Estopa: “¡qué
vicio, qué vicio!”.
Mientras
grababa tazas, botellas y sartenes rotas que se esparcían por el jardín ha
aparecido Irene con un hombre que ha hecho varias fotos de la fachada. Ha visto
que estaba haciendo un primer plano de uno de esos objetos que tan poca buena
imagen daban y se ha intentado justificar contándome que un artista se enfado y
bueno… el genio del artista. Le he preguntado por la cuenta del banco y me ha
dicho que me pase por su despacho más tarde. Así que he terminado de grabar
esculturas de madera con más sentimientos que Pinocho y he ido a verla.
Lo
que voy a contar ahora no tiene gran importancia en este momento, pero si para
lo que vendrá después. Esto viene a ser un cliffhanger
televisivo. Me ha dicho que para hacerme una cuenta en el banco, si o si, me
tengo que dar de alta en el Registro o algo similar (en el Bürgeramt). Hemos rellenado el Anmeldung
y pedido cita para el día 16 a las 13.15. Ya llegará ese día y ya veremos que
sucede. También hemos hablado de apuntarme a un curso de integración al alemán.
Si no mañana, a principios de la semana que viene me personaré en la Sprachschule BSI Berlin para preguntar y
apuntarme (si es que logro hacerme entender). Iré preparado con un folio en el
que lleve traducido todo aquello que debo decir. Everything is illuminated.
Lo
más destacado del día ha sido la performance que un grupo de artistas españoles
ha organizado en la residencia. Su nombre: ESOC. Como reza la introducción que
la misma Glogauair le ha dedicado: “ESOC
is an open, experimental, creative meeting of diverse artistic disciplines
sharing time and space: performance, sound and video art, live painting, drawing,
visual poetry, reading, acting… ESOC is Love”.
ESOC
será Love, because “All You Need Is Love”, pero a mi parecer ha sido más bien
una orgía onanista que me ha hecho dudar de los límites del arte contemporáneo,
o de que se entiende por arte a día de hoy, o cual es el compromiso con el arte
y lo que debería de ejercer toda obra artística.
Todo
ha comenzado a las 16.30 cuando he bajado a grabar como preparaban el
espectáculo. Muchos teclados y sonidos distorsionados que después en la jam session se han convertido en golpes
banales de ritmo simplón. Lo que en el ensayo me ha recordado a la magnífica
banda sonora de Only Lovers Left Alive
(2013) donde Jim Jarmusch y su grupo SQÜRL y Josef Van Wissem ponen la música,
se ha desvanecido. No voy a negar que eran simpáticos y muy amables, pues me
han dejado grabarlo todo (tendré casi unas dos horas de vídeo para lo que será,
a priori, una escena de siete
minutos). Y tampoco voy a negar que su performance
me ha generado una serie de sentimientos como la incomodidad de estar
presenciando algo totalmente surrealista. Parecía La edad de oro (1930) de Luis Buñuel.
Un
Frankenstein que tocaba la guitarra, una virgen que se quitaba las bragas para
ponérselas a modo de máscara a un asistente, un oso que tocaba la batería, una
especie de cigüeña que se ha quedado en ropa interior y lanzaba confeti al
público, una luchadora de wrestling que envolvía las habitaciones con papel maché
dorado, un extraño ser que pintaba un mural que parecía ir en contra del
parlamento británico, un hombre vestido de balón de fútbol que iba metiéndole
filtros a tres proyectores de super-8 en los que se podían ver clásicos del
cine como Ben-Hur (1959) o partidos
de fútbol de Beckenbauer… Cuatro salas para una performance descontrolada, donde cada uno hacía aquello que se le
antojaba, sin ritmo y sin una finalidad crítica clara más allá del auto-goce performativo. Y por si el
surrealismo de la situación no hubiese llegado a su clímax, durante toda la
velada, vía skype, un artista francés
vestido de súper héroe con un largo cimbrel de plástico y color rosa nos ha
estado acompañando.
El
tiempo, por lo contrario, no ha acompañado. Hay amenaza de huracán y vientos de
140km por hora, que se han empezado a notar esta tarde. Así que a la sesión no
éramos muchos los asistentes. Digo esto porque, al describir los hechos dudo de
mi mismo al haber comenzado rechazando este acto de expresión con vocación
artística. Esta claro que su mensaje no decía mucho y que toda la performance
ha sido una propuesta de bacanal. Pero también es verdad que han generado un
ambiente y unas sensaciones potentes. No es fácil lograr hoy en día una velada
tan surrealista. Quizás si hubiera habido más gente con la que haber compartido
la experiencia, la actuación habría tenido más fuerza y sentido.
En
definitiva, ¿qué es el arte?¿qué debemos calificar como artístico? Y todas esas
preguntas sin respuesta. Lo que me ha quedado claro al enfrentarme con algo que
por primera vez me ha hecho dudar del valor del arte contemporáneo, es que no
hay que despreciar un gesto artístico solo por el hecho de una primera
impresión que no pasa por la reflexión. Debemos ir, y hablo como público no cómo
analista ni historiador, más allá del “me gusta/no me gusta” que genera una
obra de arte contemporáneo y su compleja y contradictoria primera impresión,
pararnos a pensar realmente qué estamos viendo y cómo nos ha afectado. No hay
lugar para el “no me gusta porque no lo entiendo o no se que me quiere decir”.
Hay que reflexionar, tener la mente ambiente abierta y no juzgar sin
conocimiento. Y esto que parece tan fácil de decir, y que todos asentimos
cuando nos lo refrendan, hay que aplicarlo, pues así lo veremos todo más claro,
todo más iluminado. Everything is
illuminated.
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