27-12-2013
Orcas, Marilyn Monroe y Jesús
Sr.
Chinarro soñó “que Murcia iba a desaparecer.
La noche pasada soñé, Granada ya no existía, ni rastro de Almería, la noche
pasada soñé. No, no sé para qué, no sé para qué me desperté”. La noche
pasada yo no soñé con Babieca, sino más bien con Willy la orca. Fue un sueño de
lo más raro. Para cenar había visto un capítulo de Los Simpson en el que Lisa se hace amiga de una ballena que queda
varada en la orilla y a la que no puede salvar. Supongo que ese habrá sido el
desencadenante de mi aventura onírica. No recuerdo mucho, sólo que me tiré por
un tobogán y caí dentro de una piscina. Era como un parque acuático para niños.
Quizás por ser el mayor un hombre me dijo que entregara la ficha, que
mágicamente había aparecido en mi mano, a la mesa y así podría continuar con
una aventura especial. En la mesa me pusieron un sello y entonces el hombre
activó un mecanismo que abrió un contenedor que se asía sobre la nada, flotando
en el cielo, y dejó caer sobre la piscina, que había multiplicado su tamaño
unas diez veces, a una enorme orca. En el resto del sueño el hombre me enseñaba
a bucear y a manejar las aletas. Recuerdo estar la mayor parte del tiempo en lo
más profundo de la piscina. Casi tan profundo como estar al final de una gran
falla submarina. Veía la silueta de la orca a lo lejos. Al final conseguía
acercarme a ella y tocarla. Me ha despertado la alarma del teléfono móvil. Pero
era el primer aviso, así que he cerrado los ojos y he vuelto a dormirme otros
cinco minutos más en los que me ha dado tiempo de tener otro extraño sueño en
el que me planteaba lo famosa que era Marilyn Monroe. Creía que era tan famosa
como Jesús, pero lo repensaba y no podía ser porque de Jesús nos hablan ya en
el bautismo cuando no tenemos ni memoria, en cambio a Marilyn hasta no llegar a
los once o doce años pues es complicado conocerla de por sí. He pensado si mi prima la conocería. Al final
me he despertado y la duda de si Marilyn era más conocida que Jesús se ha
quedado en el aire. Creo recordar haber visto un póster de Niágara (Henry Hathaway, 1953) antes de irme a dormir, quizás sea
esa la causa del porque de Marilyn en mis sueños.
El
mismo cabello rubio y ondulante tiene Hanneke, a quien hoy he grabado mientras
pintaba un mural en la pared exterior de la residencia. Me comentó el otro día
que me avisaría si lo fuera a hacer, así que me he quedado esta mañana en casa
esperando a que llamara a mi puerta. Para matar el tiempo he seguido
adelantando con el montaje del video abstracto de Mañana de miércoles en la Pariser Platz de Berlín, al que he
decidido cambiarle el título por Fracturas
pero que tampoco me convence. Como estoy montando al ritmo de la música y con
cada golpe hago un corte y edito de manera completamente diferente al plano
anterior, el montaje me está llevando su tiempo y apenas he adelantado un
minuto en las casi tres horas que he estado trabajando antes de que Hanneke
apareciera.
No
podía haber salido mejor día. El tiempo es realmente extraño. Ayer llovió un
poco y nos sobrevolaron nubes de tormenta. No hemos visto rayos de sol desde
hace dos semanas. Y hoy, de repente, cuando tengo que grabar en exteriores y
con buenas condiciones de luz para aprovechar la radiante luminosidad del pelo
de Hanneke, ha salido un sol cegador. Lo llamaría suerte, pero me pasa tan a
menudo que el clima me acompañe que dudo de quién “decide que ande perdido en corrientes circulares en el tiempo. El que
transforma los diamantes en quejidos y lamentos. El que se encarga de que
salgas y que yo me quede dentro”, como cantan Los Planetas. Y dudo todavía
más después de haber hablado con Sergio por la tarde. Le he preguntado si es
normal que a estas alturas no haya nevado todavía. Me ha dicho que no es nada
normal. Me ha contado que hace tres años, el veinticuatro de octubre ya tenían
capas de veinte centímetros de nieve. Y que el año pasado los alemanes rezaban
para tener una blanca nochebuena en las calles y al final, el día de antes, les
nevó. Pero que lo de este año está siendo exagerado. No hace el frío que suele
hacer, no nieva, no llueve… Será que me he traído el tiempo de la península,
como se suele decir. O como le he dicho a Sergio, es el cambio climático, que
no se lo toman en serio y cada año el planeta experimenta cambios más
drásticos. Hemos llegado a la conclusión de que cuando nieve caerá una buena y
no podremos salir de casa.
Pero
mientras espero que las calles se tiñan de blanco aprovecharé la maravillosa
luz que sale cuando el sol quiere hacer acto de presencia. Es una luz dura, que
lo viste todo de un amarillo tan radiante como los adoquines que llevan a Oz. Y
grabar a Hanneke con esa luz ha sido un placer. Es una pena que mi cámara no la
recoja como es debido y no pueda controlar la intensidad tal como quiero, pero
ver los contrastes que produce al mismo tiempo que las atenuaciones y los
contornos marcados ya es suficiente para pasárselo bien grabando. Porque si
pones la cámara a contraluz tienes una imagen completamente diferente de
situarla a favor de ésta, o si te quedas en el centro puede obtener en el mismo
plano las dos tonalidades y ver la evolución lumínica en los adoquines de la
calzada. En fin, una gozada.
¡Y
cómo se iluminaba el rostro de Hanneke! Se dice que las personas pueden ser
fotogénicas o no. Es verdad que hay algunas a las que da igual cómo las
fotografíes que siempre van a quedar bien, como mi amiga María. Pero en
realidad la fotogenia está en manos del que hace la fotografía y las
condiciones lumínicas en las que se encuentra. Y hoy, la verdad, bañada por esa
luz tan potente, Hanneke no podía ser/estar más fotogénica. Una pena que mi
cámara de vídeo no lo haya podido captar a la perfección, pero con el esbozo de
la realidad ha sido más que suficiente.
Llevo
cinco párrafos y todavía no he hablado sobre qué consistía su pieza. Lo que ha
hecho ha sido triplicar el show case pintado dos rectángulos blanco idénticos
al espacio que ocupa la ventana de exhibición. La pieza se llama, creo, xtra. Al hacerla en la calle, y conmigo
grabado desde la distancia, la situación se ha convertido en una performance en público que llamaba la
atención de todo aquel que pasaba.
Al
comienzo no estaba muy fino con los encuadres. La incerteza de no saber que iba
a suceder me hacía dudar, y los primeros ocho o diez planos no estaban bien
encuadrados, movía el trípode, no acertaba a intuir las acciones que Hanneke
podía realizar y no conseguía pillarla en un momento concreto… cuando me he
adaptado todo ha ido a mejor. Para crear más cercanía y confianza le he
preguntado si conocía a Paco Dalmau sabiendo que tendría una respuesta
afirmativa. Así que con eso he roto el hielo y se ha sentido más a gusto, pues
ya no la grababa un extraño sino alguien conocido, un amigo de un amigo, y eso
se nota. También mi capacidad para desaparecer con la cámara. Enseguida se ha
olvidado de que estaba allí y ha trabajado con toda la normalidad del mundo.
Cuando me acercaba para hablar un instante y darle un momento de pausa se
cambiaba el chip, yo volvía a aparecer, le mostraba mi interés y me acercaba un
poco más. Cuestión de ganarse la confianza. Para ello, también la he ayudado a
volcar la pintura en el cubo, ayudar a sacar y guardar los materiales o limpiar
el suelo después de que pelara la pared para alisarla antes de pintar.
Cuando
hemos terminado he visto que Sergio y Hye estaban guardando cuadros y he
decidido grabarlo también. Quedaban apenas un par de cajas y un lienzo, así que
no he podido grabar mucho. Además, Hye necesitaba ayuda para bajar unas cajas
que pesaban un quintal y he dejado la cámara grabando y he ido a ayudarla. He
descubierto el sótano de la residencia, lleno de cuadros, cajas misteriosas y
secretos. Hye se va en unos días. He aprovechado la ocasión para decirle si le
puedo hacer la entrevista. Tímidamente me ha dicho que se lo pensará, pero que
le da vergüenza y, además, estos días esta muy liada con el traslado. Es
comprensible.
Puestos
a ayudar, que cuesta poco, le he echado una mano a Sergio para intentar
arreglar el embozo que se ha producido en nuestro cuarto de baño. Tirando de mis escasas habilidades de
fontanero heredadas poco más podía hacer que indicar un par de soluciones
fáciles cómo detectar la cañería que había que abrir. El suelo de la cocina se
nos ha inundado. El olor era insoportable. Ventanas abiertas. Fregonas en modo curling. Caminar sobre las aguas. Lo hemos
desatascado un poco, pero no lo suficiente. Sergio ha echado unos polvos de
sosa caustica que había comprado, pero no han hecho mucho efecto. He llamado a
mi padre para ver si nos podía ayudar desde la distancia, que de esto sabe. Lo
que me ha explicado ya lo habíamos hecho. El problema estaba todavía más abajo,
y ahí no podíamos llegar. Sergio ha echado el resto del bote de sosa caustica limpia
tuberías después de volver a vaciarlas de agua. Lo dejaremos así el fin de
semana, a ver que pasa.
Para rematar
el día me he puesto una película griega: Mikres Afrodites (Nikos Koundouros, 1963). Con esto y todo lo
sucedido a lo largo de hoy ya tengo suficiente material para que mi cabeza
vuelva a tener sueños bizarros sobre orcas, Marilyn Monroe y Jesús. Y es que ya
lo dicen Triangulo de Amor Bizarro: “Moriría
en la cruz otra vez, si pudiese por San Fred Astaire, de Jesús el peinado tener”.
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