2-12-2013
Conquista de lo inútil
Conquista
de lo inútil. Conquista. Inútil. Los hechos han provocado que el libro de
Werner Herzog, Conquista de lo inútil,
diario del rodaje de su obra magna Fitzcarraldo
(1982), haya pasado todo el vuelo hasta Berlín reposando sobre mis rodillas.
Para
comenzar el día: mis botas de montaña, muy herzogianas
por cierto, se habían quedado en
Castellón. En unos días espero recibir el paquete de correos que me las traiga,
y así poder convertirme en caminante
kamikaze como canta Fernando Alfaro.
Esto
para empezar. Pero ya lo dice la letra de Do
me a favour de Arctic Monkeys: It’s
the beginnig of the end, the car went up the hill, And disappeared around the
bend, ask anyone they’ll tell you that. It’s these times that it tends, The
start to breaking up, to start to fall apart. Oh! Hold on to your heart. Aparcamos rápido en el aeropuerto, pero no
frente a la terminal desde la cual debía coger el avión: Terminal C. La palabra
Terminal me ha recordado un relato
del libro de Pedro: El curso del Agua Caliente, que me
he traído como libro de cabecera junto al de Herzog y un par de Camus. Además
de un jugoso libro de cuentos chilenos contemporáneos que me ha dejado María.
La
maleta llevaba exceso de equipaje. Me ha tocado pagar 35€ y dejar en tierra el
disco duro con todas mis películas en Divx porque seguía pesando un kilo más de
lo permitido. También el libro de Herzog se ha quedado fuera. Para poder llevármelo lo he guardado
en un bolsillo del abrigo polar que mamá ha insistido en coger para cuando caiga el invierno. En el control de seguridad, toque de atención:
he pasado con el portátil dentro de la mochila: a volver a pasar por el control,
con la mochila en una bandeja y el portátil en otra.
Mi
asiento estaba ocupado en el avión. Lo ha ocupado un hombre cuyo amigo se sentaba delante y no dejaba de llamar a una tal Sara, sentada unos asientos por detrás de mi. Pobre Sara, que viaje más cansino va a tener. En fin, mi lugar era el asiento de al lado, también pasillo, así que lo he dejado pasar. Al dejar en el compartimento superior la mochila y
el abrigo polar, la azafata me ha dado un (el tercero del día) toque de
atención: Tenía que ajustar mejor el abrigo a la esquina del compartimento. El
libro de Herzog hacía que se cayera constantemente de encima de la mochila.
Libro fuera del bolsillo y a llevarlo en la mano.
No
podía tocarme otra pareja al lado que una de pijos de mediana edad con relojes bañados en oro que decían frases como: “voy al
toilet”, “déjame el mobile” y que comían “Fini Chips”. Llevaban una guía de Berlín que ojeaban con
tontuna. Se preguntaban quién era Bismark y “¿qué es una cuadriga?”, le
ha dicho ella a él. “Cuatro caballos”,
le ha contestado. “Esto dice que encima
de la puerta de Brandeburgo hay una cuadriga”. “Claro, hay un carro con cuatro caballos, con una cuadriga”. Cuando se han cansado de la guía, pues "todavía no he pasado de la primera guerra mundial", se han
puesto a hablar de los regalos de navidad para la familia y que "no pasarán de
los 80 o 100€ por persona". Ella se ha cansado, se ha puesto sobre el hombro de
él y se ha echado una cabezada.
Era
hora de ir entrando en situación. Faltaban dos horas de vuelo y tocaba ponerse
el álbum que da nombre a este proyecto: Desaparezca
aquí de Nacho Vegas. Mientras lo buscaba
en el reproductor de música, el título del libro de Herzog no dejaba de
venirme a la cabeza: Conquista de lo
inútil. Conquista. Inútil. El hombre
que casi conoció a Michi Panero: “Es
hora de recapitular las hostias que me ha dado el mundo. Hoy vendrán a oír mi
último adiós. Bien […] Fracasé una
vez, fracasé diez mil y aun así alzo mi copa hacia el cielo, en un brindis por
el hombre de hoy y por lo bien que habita el mundo. […] Dejadme preguntar: ¿Es esto el final? Y si
es así, decid: ¿Me vais a extrañar? ¡Ah, veo que asentís pero yo sé que no!”
Llegada
a Berlín. Hacía sol, buen tiempo, calor, suficiente para arremangarse. Seguía
sin ser tan fácil. La máquina de billetes no funcionaba. La otra, la que parecía
no funcionar, sí. El autobús estaba fuera esperando. Llegar a la GlogauAIR ha
sido fácil.
Me
ha recibido Irene, la directora de la residencia. Simpática, me lo ha explicado
todo y me ha enseñado mi habitación. Muy grande, demasiado. No había nadie por los
pasillos. Mientras me explicaba cosas se han aparecido dos artistas de camino a
la cocina: una coreana, Hye, y un francés, Cyril. Nuestro inglés está más o
menos a lo que en España llamamos nivel medio, es decir: “relaxing cup of Café con leche in Plaza Mayor”.
Por
la noche la niebla ha cubierto todas las calles mientras volvía del Lidl con mi
cartón de leche y mi caja de Corn Flakes.
Veo la habitación vacía, la luz de la lámpara haciendo a mi sombra una amenaza
desde detrás, los ecos en diferentes idiomas que se escuchan salir de las
diferentes habitaciones del edificio. Pensar que van a ser seis meses y pensar
que quizás al “Desaparezca aquí” le tendría que haber añadido un “de” en medio:
Desaparezca de aquí, o esperar que
esto sea una conquista de lo inútil,
como me decía el premonitorio libro de Herzog que por casualidad ha ido a parar
a mi regazo todo el viaje de ida y que, solo por eso, ya va a guiar todo este
periplo que ahora mismo parece que será muy largo.
Estupenda descripción de lo que te ha sido el principio de una gran aventura................queremos seguir devorando el dia a dia de esa nueva experiencia......
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