4-12-2013
I
give to you. For you
Las
mañanas cada día son más grises. El caminante
kamikaze comienza a dar sus primeros pasos.
Me
he levantado a las 8.30 para aprovechar la luz e irme a ver y grabar la
Alexanderplatz. El cielo estaba nublado, con lo que luz del sol no había. Por
una parte me ha venido bien, pues he grabado toda la mañana con la misma luz.
Por otra, ha hecho que el centro de Berlín me haya parecido triste y apagado.
Quizás haya ido demasiado pronto a la Alxenderplatz. Como está a unos 5,3
kilómetros de casa, y quería ir dándome un paseo, a las 9,30 ya estaba saliendo
de la residencia.
Una
hora y cuarto después, aproximadamente, estaba frente a las puertas del mercado
navideño de la plaza. Sí, era demasiado pronto. Apenas había gente, tanto
berlineses como turistas. Me he llevado una decepción. Tan idealizado que tenía
el lugar después de ver la serie de Fassbinder Berlin Alexanderplatz (1980), y hace unas semanas descubrir la Berlin-Alexanderplatz – Die Geschichte Franz
Biberkopfs (1931) de Phil Jutzi. Habrá sido el clima, o la hora, lo que ha
hecho que sobre las 11 de la mañana la plaza estuviera casi vacía y muchos
parapetos cerrados. A las 13.00h, cuando he vuelto a pasar, el ambiente no
había mejorado. Después hablando con Hyeja, mientras ella comía y yo fregaba
los platos, se lo he comentado: “Alexanderplatz
is so quiet” (es tan tranquila). A Hye le ha hecho gracia mi comentario y
me ha dicho que vuelva por la noche. Así que volveré. La primera
correspondencia del proyecto, que tendrá aquí su lugar, será nocturna (o quizás
no. Eso nunca se sabe, al igual que nunca se que voy a terminar grabando a lo
largo del día).
Lo
bueno de ir con mi pequeña, maravillosa y mágica handycam Panasonic HDC-SD9 son tres cosas: que ya me conoce y sabe
lo que tiene que grabar y cómo grabarlo (el encuadre, la intensidad lumínica,
el contraste…), que la gente me toma por un turista más o por un ciudadano que
se pasea con cámara y trípode al hombro de un lado al otro (con lo que no
suelen decirme nada y paso desapercibido), y, hace que sucedan cosas delante de
ella solo con darle al play (se
produce una especie de invocación que llama al movimiento y a las acciones,
siempre que sean necesarias, y eso lo decide la casualidad, que parece ser entiende a mi subconsciente). La
verdad es que es algo difícil de explicar, un hecho increíble, pero después de
grabar el primer plano los demás van saliendo tal como quiero que salgan, casi
por arte de magia, pues no hago más que plantar la cámara en el lugar donde
pase más desapercibido, me quedo quieto como un palo pensando que me haré
invisible y miro hacia otro lado, una vez decidido el encuadre, haciendo como
si nada. (Nota: En día nublados como hoy, el enfoque me toca bastante las
narices y cuesta sacar el plano correcto. Con lo que debo poner en evidencia
que todo el párrafo es una idealización de mi trabajo y mi cámara, porque ella
lo vale).
Después
de grabar Alexanderplatz, y el pirulí de Berlín (situado en una desoladora
plaza) que me ha permitido hacer unos maravillosamente geométricos planos
basados en las líneas, la profundidad y los encuadres dentro de encuadres, una
torre cubierta de andamios y telas de seguridad me ha llamado la atención. Allí
que me he ido dispuesto a grabar la fachada en obras. Hablamos de las obras de
Madrid, pero la capital alemana no se queda corta. Como me gusta grabar obras
la jugada ha salido redonda. Me ha llamado la atención un cartel situado entre
dos estatuas que parecían hacerle la propaganda perfecta a la empresa “Gerüsbau
Tisch” (Andamios Mesa). Lo de Mesa no se si será el apellido del dueño que ha
sufrido esta mala coincidencia o un nombre mal buscado para la empresa.
Los
edificios, a plena vista, seguían llamando mi atención. Así que iba de uno a
otro sin perder el rumbo. Lo que más me ha gustado del centro de Berlín (y de
la ciudad en general), por el momento, es la apertura de sus espacios. Las
calles son grandes, los edificios no son magnas moles como en Nueva York (salvo
los grandes centros comerciales y algunas oficinas); se puede respirar, y hay
mucho verde por toda la urbe. Y también agua. Las curvas y los cauces del río
Spree hacen que la ciudad parezca estar junto al mar. Con lo que me gusta
grabar cerca del agua. Algunas estatuas ya estaban llamando mi atención, como
las sirenas a Ulises (Odiseo) en la Odisea
de Homero. Aunque mi periplo está más cercano al Ulises (Ulysses) de
Joyce.
Siguiendo
mi camino, en Lustgarten una señora me ha pedido dinero. Ya lo veía venir
cuando estaba grabando una inmensa fachada junto al jardín, casi inabarcable
para mi cámara desde la distancia
adecuada. Y aprovechando que menciono la canción de Christina Rosenvinge,
citaré unas estrofas de la letra: “Nunca
para ti es quizás, yo no me equivocaba […] Esa señorita, que rima conmigo, que te ronda siempre alrededor”.
Volviendo al “ya lo veía venir”: de fondo escuchaba a una niña preguntar a la
gente “Do you speak english?”. Una
mirada de reojo para comprobar que estaba pidiendo dinero. He terminado de
grabar la fachada y me he ido hacia el centro del Lustgarten. La niña se ha
quedado preguntando a una pareja de señoras de mediana edad. A los pocos pasos
de alejarme he escuchado la voz de la madre de la niña: “Do you speak english?”.
“No, sorry”. “Und Deutsch?”. Cara de “¿qué?” y un “Sorry, Spanish”. He seguido hacia el centro del parque. La mujer ha
preguntado a otras personas. Justo antes de darle al play la mujer ha vuelto, hablando un perfecto español. “Por favor. Para mis hijas. Es navidad. Por
favor”. Le he dado dos euros del poco suelto que llevaba encima. “Muchas gracias. Feliz navidad. Felices
fiestas”.
Después
de grabar el plano, camino de la fachada
del otro edificio que domina el Lustgarten, ha venido la niña pidiéndome que
leyera un papel que llevaba encima. Le he dicho, con mi horrible inglés, que ya
le he dado dinero a su madre. Ella me ha dicho que no es su madre, que es otra
señora que va pidiendo. Me ha hecho detenerme y leer el papel. He insistido en
que lo siento, que no puedo darle dinero a todo el mundo, que si no es su
madre, lo siento, pero que llevo poco dinero y ya se lo he dado a otra persona.
Ella también ha insistido y me ha seguido hasta que nos hemos cruzado con un
grupo de turistas. Después de insultarme en algún idioma que desconozco (creo)
corre hacia ellos. Unos minutos más tarde, mi cámara ha grabado a la niña junto
a la señora a la que le he dado el dinero y a otro grupo de niños y señoras. Parecían
estar debatiendo o haciendo la colecta de lo recaudado. Esta grabación ha sido
casualidad. Yo estaba grabando a un grupo de estudiantes que se dirigían al
edificio. Al salir estos del plano, en el fondo, muy lejos, se han aparecido
estas reveladoras imágenes. A veces el fuera de campo se descubre por si mismo.
Antes
de volver a casa me he paseado por los jardines que dan entrada a los museos
de la Museumsinsel (Isla de los museos). Allí he podido jugar con las estatuas
y su relación con los visitantes. Me ha
llamado la atención la de una arquera que parece apuntar a las personas que van
pasando por detrás de las columnas que rodean el parque, como si fueran los
patos del tiro al blanco. Y eso es lo que he buscado capturar.
Con
los pies helados (necesito las botas), después de cinco horas caminando he
llegado a casa y me he puesto a hacer la comida. Había hambre, así que he
decidido hacerme los tortellini de
marca buena que me compré el otro día en el Lidl. Mala elección. Incluían una
salsa que he probado mientras los cocinaba, y resulta que ésta llevaba algo
raro que me ha empezado a dar un ataque de mi alergia a los frutos secos y al
marisco. Para que no fuera a mayores, nada más he notado los síntomas me he
tomado las pastillas y el malestar ha remitido. Además, los tortellini resulta que estaban rellenos
de carne. ¡Cómo se me había podido olvidar que los tortellini siempre llevan relleno! (Nota: soy vegetariano). Y para
rematar la jugada, la cuchara con la que he removido la salsa que me ha dado
alergia era la que he utilizado para remover los tortellini, dejando el agua en la que se estaban hirviendo con toda
su esencia. En conclusión: a comer otra cosa. Lección aprendida: comprar comida
más básica todavía, como macarrones o espaguetis y nada de salsas desconocidas.
Para
no tirar los tortellini, pues todavía
quedaba la mitad del paquete, he aprovechado que cuando he salido a fregar
estaba comiendo Hye y le he dicho si los quería. Le he tenido que explicar, con
mi horrible inglés, que soy vegetariano y que se los daba. Me ha dicho si
quería hacer un intercambio. Directamente le he dicho, con el mismo tono que el
socorrista coreano de En otro país
(2012) de Hong Sang-soo le dice a Isabelle Huppert: “I give to you. For you”. A sonreído y me lo ha agradecido. Pero me
ha dicho que no sabía como cocinarlo. “Easy.
Hot Water, Fifteen minutes”.
Después
me ha dicho que si soy vegetariano me gustará la comida coreana. Como ya no
sabía darle la respuesta en inglés he tirado del traductor del móvil con
reconocimiento de voz. El traductor le ha respondido: “No lo he probado pero seguro que está muy bueno”. Hemos quedado que
un día preparará comida coreana. A ver si la semana que viene… yo le preguntaré
de hacerle la entrevista para el proyecto, y ella (espero) se prestará a
hacerla, y a preparar una comida coreana. A trompicones al final hemos tenido
una breve conversación en la que me ha contado que está haciendo un trabajo de
pintura a medio camino entre lo abstracto y lo concreto. Algo que se acerca
bastante a lo que estoy buscando con mis grabaciones: mostrar el lugar tal cual
es, pero sacando toda la plasticidad de la imagen a través de las formas,
líneas y colores. Buscar la mirada artística de la cotidianidad.
Apunte final del día: no estaba previsto, de hecho ya tenía redactada la entrada de hoy, pero al verme en casa desde las tres de la tarde he decidido buscar los cines más cercanos que tuviera cerca de la GlogauAIR y ver su programación. En el Movimiento Kino ponían Jeune & Jolie (2013) de François Ozon. Me he acercado a eso de las diez y las calles estaban desiertas. Parecía Castellón un día entre semana de madrugada. Entre eso, la poca iluminación y la rústica peculiaridad del barrio no me sentía muy seguro. Unos jóvenes reían en la oscuridad. Una persona ha decidido tomar el mismo camino que yo durante un par de calles. Mi ritmo acelerado y mi sentido de la orientación me han ayudado a controlar los nervios.
El cine es una maravilla. Movimiento es, según indica en la entrada, ¡el cine más antiguo de Alemania! Una pequeña puerta da entrada a un pasillo lleno de carteles de películas. Folletos. Me fijo en uno del ciclo “Cine en español” que tiene la película de Pablo Berger, Blancanieves (2012) en portada. Unas escaleras y una cortina negra dan paso a un hall que hace a la vez de pequeño pub y taquilla. La chica que hay detrás de la barra es muy amable y simpática. Me he sorprendido de mi refinado acento francés cuando le he dicho: “One for Jeune et Jolie”. La sala es pequeña. Habrán entre sesenta y setenta butacas. La pantalla generosa. Al principio éramos dos en la sala. Me recordaba al Espai d’Art Contemporani de Castelló. Al final éramos siete, que para una ciudad (o un barrio) que parece dormir a las 22.30 de la noche, no está mal.
François Ozon no es de mis cineastas franceses favoritos, le he comentado a Cyril al encontrármelo mientras me preparaba la cena. De los contemporáneos me quedo con Bonello y Desplechin. No me ha salido ningún otro en ese momento. Hemos hablado de la situación del cine español, del momento tan creativo en el que se encuentra y de la mala acogida que tiene en las salas de España. Le he mencionado a Alberto Morais y Los chicos del puerto como ejemplo de que hacemos un cine que se aprecia en todo el mundo y no deja de viajar por festivales, pero que en casa tiene un acceso difícil a las salas de exhibición comerciales. Volviendo al tema Ozon: como decía, no es un director que me entusiasme. Apenas tres películas suyas me han gustado. En otras he estado a punto de salirme de la sala. Pero he de reconocer que sus últimos trabajos: Dans la maison y Jeune et Jolie me parecen muy interesantes. Jenue & Jolie me ha parecido una buena película que sabe como jugar con el espectador entre lo predecible y el giro de guión inesperado, lo tópico y lo profundo, la belleza y la crudeza. Y, lo más interesante, es el retrato que hace de su protagonista cuando se descubre su situación (a mi parecer y tras un primer visionado en versión original subtitulada en alemán). Por un momento me he sentido como esos jóvenes turcos de la Nouvelle Vague que iban a la Filmoteca Francesa a ver las películas sin doblaje, fijándose en la forma, entendiendo la historia a través de las imágenes y las entonaciones, descubriendo la magia del cine.
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