21-12-2013
Deja el odio para después de comer
Debido
a las molestias de mi pie izquierdo, estos días he preferido adelantar faena de
escritura. Hoy le tocaba el turno a mi blog de cine: Anuncios para coches, y su post semanal[1]. Se
lo he dedicado a Paolo Sorrentino con entrevistas por Las consecuencias del amor, un texto mío que ganó el premio al
mejor ensayo inédito en la revista Quaderni del CSCI, otro texto de la misma
revista que escribió Agustín y analiza la obra de Sorrentino hasta Il divo, y el libro que el director
napolitano escribió hace un par de años: Todos
tienen razón, que lo empezaré a leer pronto.
Ripear
las entrevistas, subirlas a YouTube, descargar los textos, subirlos a Slideshare,
copiar el embed code en código HTML y
corregir el tamaño para que quede ajustado a la página, añadir el texto, añadir
la etiquetas, añadir las imágenes, revisarlo, publicarlo en la página de
Facebook del blog[2] y
compartirlo en otras páginas… todo esto, parece que no, pero lleva su rato y me
ha costado casi un par de horas hacerlo.
En
realidad me he puesto con esto porque no sabía como empezar a redactar un
esbozo de idea para la reescritura del tratamiento del documental sobre la
guerra civil que estoy preparando junto a María M. y Pilar. La página en blanco
a veces es un verdadero abismo, pero cuando uno se pone las palabras salen
solas, luego solo hay que reescribir y reescribir, pero ya no es sobre la nada,
ya es sobre una idea, y eso es más fácil. Aún así, tenía la angustia de no
escribir algo bueno y lo he ido retrasando.
Para
ocupar el tiempo en otra cosa me he puesto con la reseña para Nomepierdoniuna
del ciclo de cine del Paranimf de enero-marzo de la Universitat Jaume I. Al
igual que la del cine de 2013 para Mone Monkey, en esta también he querido
meterle caña reivindicativa sobre la distribución, la exhibición, el trato que
se le está dando al cine español y cómo CulturArts prefiere rebuscar en el baúl
de los recuerdos antes que invertir en buenas películas contemporánea (al menos
en Castellón). Aún así, al menos, a parte de grandes clásicos como El grande
dictador (Charles Chaplin, 1940) que de paso, me he vuelto a poner para pasar
la noche, también se proyectarán dos películas recientes muy importantes: la
cuestionable The Act of Killing y la
imprescindible La herida.
Era
la hora de comer cuando llevaba este artículo por la mitad. Pensando que si lo
terminaba tendría demasiado tiempo por la tarde para ponerme si o si con el
texto del documental, he decidido hacer una pausa. Al cortar la ensalada casi
me rebano el dedo haciéndome un tajo ligeramente profundo. Pero nada que una
tirita no pueda arreglar. Es extraña la sensación de llevar una tirita en los
dedos. Te hace sentir incómodo, como si tu mano no conservase sus
funcionalidades. El miedo a mojarla y que se despegue, la idea de que si algo
te presiona la zona dañada te va a doler… de hecho, estoy escribiendo sin
utilizar el dedo de la tirita. Manías.
Aún dejando el odio para después de comer,
como titulan Klaus & Kinski a una de sus canciones que dice: “Crees que no hago más, que quejarme y odiar.
Y eso es muy cierto, pero falta más, es necesidad. Más tensión, ya que el odio
sigue ahí, que me impide salir”, he terminado el texto del Paranimf pronto,
con muchas horas del día por delante en mi habitación para ponerme con el texto
importante de la jornada.
Seguía
sin atreverme a redactar las cuatro ideas que tenía para el documental, así que
he cogido el libro de cuento chilenos que
me dejó María (sí, hay dos Marías y no son la misma. Está María y María M.,
para dejarlo claro por si hubiera confusión. Y falta otra: María G.). Luego he
visto la cámara sobre el trípode enfocando a la ventana y me he acordado de que
ayer la dejé grabando y se me olvidó apagarla. Tenía un vídeo larguísimo en el
que no pasaba nada, pero nada de nada, no nada de algo aunque parezca nada pero
pasa algo. Nada. Le he dado al botón “delete
all” y he borrado todo lo que había en la tarjeta. Y ha pasado lo que tenía
que pasar por ser un vago y dejar para mañana lo que podía haber hecho ayer. He
borrado todos los planos en vídeo que tenía de la Ballhaus de Grünau. No lo
había importado al ordenador al llegar casa y así me lo ha pagado el karma.
Pero tampoco es que fueran ninguna maravilla, de hecho no me convencían, así
que tampoco supone una gran perdida. De todas formas, Cyril me ha enviado un
correo para decirme si quiero ir con él el lunes a otro lugar abandonado de
Berlín: “la montaña del diablo”, una antigua central de escucha americana
situada en la cima de una montaña hecha con escombros de todos los destrozos
causados por la Segunda Guerra Mundial. Allí grabaré algo mejor, espero.
Para
seguir haciendo tiempo he contestado algunos correos pendientes, como a María
G., una compañera actriz y estudiante del máster de la Pompeu Fabra, el que
tuve que dejar para venirme aquí. De paso, le he comentado la posibilidad de
contactar con unas amigas, también actrices, que viven en Berlín. Descubrí un
festival llamado Bodies in Land, enfocando
a la danza en lugares públicos a lo Pina
(Wim Wenders, 2011). Es su primera edición, y como sus amigas hacen danza he
pensado que podría ser una interesante colaboración.
Me
he pasado otro rato viendo la programación del cine de la Deutsche Kinemathek y
el Babylon Kino, y buscando sus programas de socios para poder ir más barato,
pues los siete euros por entrada no te los quita nadie. En el grupo de Facebook
“Españoles en Berlín” he visto que una persona trabajaba en los Babylon, así
que le he enviado un mensaje para preguntarle. Al parecer me tengo que comprar
una camiseta de merchandising del
cine por veinte euros, y con llevarla puesta al comprar las entradas, éstas me
saldrán siempre por tres euros. La semana que viene, si ponen algo interesante,
me acercaré a los Babylon a por esa camiseta mágica.
Tenía
la luz de la lámpara de la mesita de noche encendida, proyectando la sombra de
mi cámara sobre el trípode en la pared. Se me ha ocurrido hacer un pequeño
vídeo donde la sombra cobraría vida con únicamente mover la luz de la lámpara,
acercándola más o menos, de derecha a izquierda, de arriba abajo… al trípode,
sin moverlo. El efecto era impresionante. Luego me he grabado a mi mismo
haciendo los movimientos que había hecho para grabar las sombras. La idea era
hacer un montaje simultaneo donde se vieran ambas acciones a la vez. Todo para
hablar que la fotografía/cine viene a ser un trabajo de luces y sombras, como
dice algún personaje de En el curso del
tiempo, o de El estado de las cosas,
ahora no recuerdo en cual, pero si no me falla la memoria sería en una de esas
dos, creo que en la primera. Al ponerme a editar el vídeo, enseguida me ha
parecido una tontería y una perdida de tiempo y lo he borrado. No todas las
ideas son buenas, o no todas las ideas están bien ejecutadas. Hay que darse
cuenta de cuando algo no va a ningún sitio y saber descartarlo.
Algo
así me ha pasado cuando me he puesto a editar el vídeo inspirado en Tarde de domingo en la isla de la Grande
Jatte y que he titulado Mañana de
miércoles en la Parisier Platz. La imagen inicial no me terminaba de
convencer, era muy oscura. Y que me parezca algo muy oscuro, cuando suelo casi
todos los negros muy marcados en mis vídeos, es que estaba muy oscuro. Pero lo
he apañado lo suficiente para que en los breves segundos que se ve el Gran
Plano General de la plaza no quede del todo mal. Enseguida el vídeo pasa a ser
una abstracción de colores y formas, así que he visto que sí, que podía
utilizar lo grabado. Lo he decidido acompañar de una pieza sonora de Raül
Fuentes (Hezeen) titulada Fracturas.
Cuando tenga el vídeo más avanzado se lo diré para saber qué quiere que indique
en los créditos.
Ya
no podía retrasarlo más. Había pensando en dar una vuelta por el centro sobre
las ocho. Todavía faltaban unas tres horas. Así que me he vuelto a poner
delante del ordenador y me he tenido que enfrentar a la página en blanco con
las ideas revoloteando por la cabeza. Como decía, es ponerse. Lo he escrito
todo de un tirón, y luego lo he revisado por encima antes de enviárselo a María
M. y Pilar. Lo bueno de ser tres y que todos tengamos voz y voto es que si
estas ideas no son muy buenas no habrá problema en desecharlas.
La
finalidad de escribirlas era para motivar el pensamiento y la fluidez de más
ideas. Así que, y esta es la gran verdad de toda película, libro, canción,
poema… que se precie, es que uno se pasa horas y horas para escribir algo que
sabe que solo es un esbozo de un esbozo de un esbozo de un esbozo de un esbozo
de un esbozo de un esbozo de un esbozo de una idea de otra idea de otra idea de
otra idea de otra idea de otra idea que al final se convertirá en algo que
pretendía ser algo pero es otro algo diferente al algo que el esbozo del esbozo
del esbozo de la idea de la idea de la idea de la idea quería ser algo que ha
terminado en otro algo tan bueno, tan malo, peor o mejor que el algo inicial.
Pero al final, uno(s) se las apaña(n) para que el resultado le(s) guste lo
máximo posible y haya sido lo más fiel a su esbozo de su idea de su algo con
los pluses que durante el proceso de desarrollo del proyecto haya ido ganando.
Al
final no he salido al centro. No tengo el pie para dar una buena caminata y
prefiero ahorrarme los más de cinco euros del metro para ir el lunes a “la
montaña del diablo”, así que he editado un poco más del vídeo abstracto, me he
hecho mi bol de leche con cereales y galletas y he visto El gran dictador. Ha aparecido un plano muy significativo que he
decidido capturar y llevar a un proyecto, sin fecha de cierre, que llevo en
paralelo y se llama Intertextos de cine.
He titulado a la imagen: Contigo no,
bicho. Ha resultado ser un día de lo más productivo para no haber salido de
casa.
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