12-12-2013
En la niebla
Hace
pocos días la revista Shangrila publicó su último número dedicado a uno de mis
cineastas de referencia, Theo Angelopoulos, que falleció en enero de 2012
atropellado por un policía en motocicleta. Irónico destino para un cineasta
político y revolucionario. Para este número de la revista escribí un texto
sobre el cine griego contemporáneo y su relación con la figura de Angelopoulos.
Titulé al texto Adentrarse en las nieblas
de Citera, relacionando la película del cineasta heleno Viaje a Citera (1984) (además de estilemas, recursos habituales, de su
filmografía) con las derivas en torno al desencanto del cine griego en el siglo
XXI.
Al
final de Viaje a Citera, Spyros y su
mujer se pierden entre la niebla mientras una tabla de madera que hace de barca
los va alejando de la orilla. Según Angelopoulos, estos personajes “pensaban ser sujetos de la Historia cuando
en realidad eran objetos de la Historia. Gente que sufrió el devenir de la
Historia sin poder cambiarla”. ¿Serán los personajes de mis estatuas
objetos de la Historia? Las estatuas en sí mismas si, pues ya son objetos. Pero
los personajes… creo que también. Quizás la pregunta a plantearse sea ¿se puede
cambiar la Historia?
En
todas las películas de Angelopoulos (excepto en Días del 36 (1972)) el paisaje está dominado por la niebla. De
hecho, uno de sus films más exitosos se titula Paisaje en la niebla (1988).
Mi Berlín también es una ciudad nublada. Esta mañana la bruma llegaba hasta los
pies. Apenas podía verse pocos metros por delante. Y con este paisaje he salido
a grabar las últimas estatuas que me faltaban. El camino era fácil pero largo.
Un poco más de catorce kilómetros y algo más de tres horas contando el tiempo
que estaría detenido grabando las estatuas que tenía localizadas, para llegar
al Palacio de Charlottenburg. Así pues, el primer día grabé el centro de
Berlín, ayer el este y hoy el oeste y el norte. Dado que yo vivo en el sur puedo
decir que en tres días le he dado la vuelta a Berlín a pie. El proyecto de las
estatuas me ha venido muy bien como puerta de entrada para conocer la ciudad.
El
tramo más peligroso ha sido el primero de todos, al ir a grabar la estatua de
Friedrich Ludwig Jahns en el parque Hasenheide. La niebla se colaba entre las
briznas del césped y las copas de los árboles, creando un ambiente terrorífico.
Como en Berlín los parques son frondosos y respetan la naturaleza, me he
sentido como Bryce Dallas Howard en El
bosque (M. Night Shyamalan, 2004). Y los “seres de los que no hablamos”
eran mis queridísimos drug dealers
que acechaban en cada esquina. Para crear más ambiente se ha puesto a chispear,
y de vez en cuando me cruzaba con (o me seguía por momentos) gente con capuchas.
He salido del parque y me he quedado más tranquilo.
Después
de dos horas y media más de camino he llegado al objetivo principal: la estatua
de Federico II de Prusia en el Palacio de Charlottenburg. Ya que me había dado
el pateo hasta allí he entrado a ver el palacio. Y como me suele pasar, me he
puesto de mal humor al ver la ostentosidad y los delirios de grandeza de las
monarquías. Cámaras de recámaras con retratos que les importaban poco a los
residentes y que solo colgaban para mostrar su influencia, antesalas de
antesalas con infinitas colecciones de porcelanas, habitaciones cubiertas de
telas, terciopelos y tapices con techos que, utilizando a deidades griegas,
describían la funcionalidad de cada
habitación… (he estado escuchando la audio guía mientras recorría el lugar).
Me
molesta ver en estos lugares el derroche que hacían los reyes, dejando al pueblo
morirse de enfermedades, pobreza, guerras, etc. Menos mal que llegó la
revolución francesa y acabó con el absolutismo del antiguo régimen en Europa (aunque
luego sucediesen otras cosas). Bueno, no en toda Europa. Por alguna “extraña”
razón, países como España todavía son monárquicos (aunque no absolutistas). Y
como sabemos, mientras hayan reyes los demás somos súbditos. Y si nuestro amigo Juan nos cae tan bien gracias a que detuvo
el golpe de estado del 23-F, es porque no nos han contando bien la historia, no
nos han dicho que todo estaba planeado y salió mal, y que todo iba a ser un
montaje que al truncarse obligó al rey a detener la jugada. En realidad si que
nos lo han contando algunos periodistas e historiadores[1] pero
su voz se ha acallado, como a tantas otras a las que no dejan que nos abran los
ojos.
Pero
como esto no es un ensayo político ni una novela histórica lo dejaré aquí, me
contentaré con la síntesis que he expuesto y solo añadiré que al salir del
palacio le he comprado a mi abuela un tapete de centro de mesa que le gustará
mucho. Después he visitado el jardín con su árboles de El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961) en miniatura y he
filmado el plano más crepuscular, quizás, del film. Será de los primeros en
aparecer y es un buen punto de partida para esbozar las ideas que se irán
desarrollando a medida que avancen los minutos.
Hablando
de minutos. Nunca se me había hecho tan largo un minuto de tiempo. Plantar la
cámara con el trípode en medio de la calle y quedarme a su lado durante un
minuto mientras la gente pasa, algunos me miran de reojo, otros con rechazo,
otros no se enteran, es el momento más incomodo y más eterno que he vivido
estos días. Entre el temor a que venga un espabilado y la coja al vuelo, o
alguien que venga a decirme algo y me amenace, o que un policía me pregunte en
alemán que estoy haciendo, o… pero de momento no ha pasado nada, yo grabo mi
plano y soy la persona más feliz del mundo. Pasar un mal minuto con las tripas
encogidas tiene la recompensa de capturar momentos irrepetibles de la vida
urbana de Berlín.
Hoy
he tenido que coger el metro, por cierto. Me he alejado tanto del centro por el
noroeste que si quería volver para grabar las tres estatuas que todavía me
faltaban cerca de Alexanderplatz no podía bajar a pie antes de que se me
hiciera de noche. Y puesto con “propósitos” rotos, he tenido que grabar el
memorial del Holocausto. Es un momento clave de la Historia y la película no
puede obviarlo, así que lo he hecho. Pero ha sido el plano más austero, respetuoso
y sincero que podía hacer: un primer plano de uno de los monolitos que
configuran ese laberinto que es el memorial. Un primer plano dejando unos
centímetros libres en el lado izquierdo del cuadro para poder ver un pedacito
de otro bloque y su suelo característico. Pues tampoco tendría sentido hacer un
primer plano de algo que no se reconoce lo que es, su significado quedaría
incomprensible y vacío. Por lo tanto se debe de poder identificar, pero sinedo
lo más pragmático posible. Hay que ser un cineasta respetuoso y consciente de
lo que está grabando.
Con
todos los planos recogidos (a falta de la estatua de Rosa Luxemburgo que no
encontré el otro día, pero después de buscar por Google Maps y mirar por el
Street View hasta dar con ella, iré a grabarla mañana) me he vuelto a casa. Me
faltaba agua, leche y zumo, mi sustento básico de bebida. Así que he ido al
Lidl a por ello. Ya era noche y caminar por la calle me ha recordado la
película más experimental, junto a Zelig
(1983), de Woody Allen: Sombras y niebla
(1991) Entre las bebidas y un poco de comida, la factura ha subido a diecinueve
euros. Me he sorprendido y al llegar a casa quería ver a que se debía este
despropósito. Resulta que he comprado agua con sabor a manzana, y ésta valía
casi ocho euros. Eso me pasa por haber cogido el primer pack de seis botellas
que he visto y solo leer si era agua mineral (mineralwasser). La verdad es que
tiene un sabor horrible. Ya intentó en España ese experimento Fontvella (creo)
y no le salió muy bien la jugada (creo). Pero bueno, todo es acostumbrarse. Los
próximos nueve litros de agua que beberé tendrán sabor a manzana. Lo compensaré
comiéndome una pizza con piña cuando me vaya a beber el último litro.
Y
llegamos a la noche. Pero la noche anterior, que por cansancio no pude
comentar. Brevemente (pues el cansancio se acumula, pero creo que es
importante): edité el prólogo de la película. Son casi siete minutos de Matthäus-Passion utilizando las imágenes
de la Catedral de Berlín, seguidas de tres planos del skyline de la ciudad y la Niké de espaldas mientras aparece el
título. Tuve que remontarlo varias veces porque la cosa no era tan sencilla.
Quizás
el que lo vea luego dirá que podría haber puesto los planos en cualquier orden,
pero eso no tendría sentido. Si se llama montaje es por algo. Y todo (buen)
montaje debe tener un sentido (del contenido, del ritmo, de lo que sea… en eso
soy bastante abierto, pero que haya un sentido de algo). Así, después de probar
con ángeles tocando la música, Jesús y su pandilla, Ángel mirando al cielo,
Berlín y Niké, he tenido que ir probando otras cosas que funcionasen mejor en
función del encuadre: si sólo se veía el cielo, sólo la iglesia, o un poco de
ambas; la escala de las estatuas; sus miradas, etc. Y he terminado con ángeles
con sólo cielo detrás tocando la música, seguido por los ángeles que ya ocupan
un mayor tamaño en el cuadro y dejan ver parte de la fachada de la catedral;
dando paso al ángel que tiene detrás sólo la iglesia y así poder mostrar a toda
la banda de Jesús donde cada uno representa una cosas (los mandamiento, el
castigo por incumplimiento, el comulgar, el sometimiento al poder de la iglesia
católica… los pecados capitales a los que Europa se ha visto sometido bajo la
doctrina del cristianismo en todas sus derivaciones), finalmente Jesús con su
gesto de perdón pero una mirada taciturna. El skyline de Berlín y la diosa Niké dándonos la espalda. Un ejemplo
perfecto para hablar de cómo las imágenes son narraciones y cada plano es una
palabra de una frase.
Otra
de las cosas que dan para comentar es el porqué de la duración de los planos.
Son planos completamente estáticos, pues al no grabar la calle no hay actividad
alrededor de las estatuas (salvo una paloma que aparece unos segundos), y duran
todos exactamente treinta segundos. Esto es así por varias razones: se debe
escuchar completa Matthäus-Passion, y
lo más importante, para crear un ritmo en el espectador. Si los planos de las
estatuas durasen diez segundos o menos, cuando terminase el prólogo y comenzase
la película en sí, con los planos de un minuto de cada estatua, al espectador
se le harían más largos y pesados. Si de entrada creo ya un ritmo pausado y
estático, contemplativo, que lleve a escuchar la música (lo que luego será el
sonido ambiente, importantísimo) más allá de quedarse simplemente en la imagen,
ya lo estoy preparando para cuando vaya lo bueno. Pues para eso sirve un prólogo:
para anticipar y acomodar al receptor.
Los
planos del skyline son más breves,
estos si de diez segundos. Sobre estas imágenes no hay que detenerse tanto
tiempo, pues lo principal son las estatuas. Este skyline es como una puesta en situación de donde va a suceder la
acción. Como llevamos seis minutos de planos candentes y estos diez segundos
están ralentizados (he cogido dos
segundos y los he alargado a diez) no se pierde el ritmo, pero si que se varía
con la introducción de elementos móviles (los coches), pero a una velocidad que
más que un movimiento es una intuición. Así pues, también anticipamos el
movimiento, hacemos saber que lo habrá pero que no será un frenesí, y
aligeramos el ritmo inicial para acabar el prologo a modo de éxtasis y comenzar
la función por todo lo alto.
Luego,
el resto de planos de las estatuas de la ciudad he procurado grabarlos con
diferentes ritmos internos, es decir, con tráfico de coches, con más
viandantes, con menos viandantes, sin gente que se cruce, etc. para así tener
un ritmo interno que irá variando a lo largo de la película y no haga que sea
monótona. El cine se hace en la sala de montaje.
Por
cierto, En la niebla (2012) es una magnífica película del ruso
Sergei Loznitsa que adapta la novela de Vasily Vladimirovich Bykov.
[1] Esta es, entre otras muchas, una de las publicaciones
que se pueden encontrar al respecto en la web y en papel. Además recomiendo la
obra de teatro de Alberto San Juan, Autorretrato
de un joven capitalista español (que si no llega a ser por María M. no
llego a verla): http://www.alertadigital.com/2011/02/15/coronel-martinez-ingles-el-golpe-del-23-f-lo-dirigio-el-rey-juan-carlos/
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