viernes, 13 de diciembre de 2013

12-12-2013. En la niebla

12-12-2013

En la niebla

Hace pocos días la revista Shangrila publicó su último número dedicado a uno de mis cineastas de referencia, Theo Angelopoulos, que falleció en enero de 2012 atropellado por un policía en motocicleta. Irónico destino para un cineasta político y revolucionario. Para este número de la revista escribí un texto sobre el cine griego contemporáneo y su relación con la figura de Angelopoulos. Titulé al texto Adentrarse en las nieblas de Citera, relacionando la película del cineasta heleno Viaje a Citera (1984) (además de estilemas, recursos habituales, de su filmografía) con las derivas en torno al desencanto del cine griego en el siglo XXI.

Al final de Viaje a Citera, Spyros y su mujer se pierden entre la niebla mientras una tabla de madera que hace de barca los va alejando de la orilla. Según Angelopoulos, estos personajes “pensaban ser sujetos de la Historia cuando en realidad eran objetos de la Historia. Gente que sufrió el devenir de la Historia sin poder cambiarla”. ¿Serán los personajes de mis estatuas objetos de la Historia? Las estatuas en sí mismas si, pues ya son objetos. Pero los personajes… creo que también. Quizás la pregunta a plantearse sea ¿se puede cambiar la Historia?

En todas las películas de Angelopoulos (excepto en Días del 36 (1972)) el paisaje está dominado por la niebla. De hecho, uno de sus films más exitosos se titula Paisaje en la niebla  (1988). Mi Berlín también es una ciudad nublada. Esta mañana la bruma llegaba hasta los pies. Apenas podía verse pocos metros por delante. Y con este paisaje he salido a grabar las últimas estatuas que me faltaban. El camino era fácil pero largo. Un poco más de catorce kilómetros y algo más de tres horas contando el tiempo que estaría detenido grabando las estatuas que tenía localizadas, para llegar al Palacio de Charlottenburg. Así pues, el primer día grabé el centro de Berlín, ayer el este y hoy el oeste y el norte. Dado que yo vivo en el sur puedo decir que en tres días le he dado la vuelta a Berlín a pie. El proyecto de las estatuas me ha venido muy bien como puerta de entrada para conocer la ciudad.


El tramo más peligroso ha sido el primero de todos, al ir a grabar la estatua de Friedrich Ludwig Jahns en el parque Hasenheide. La niebla se colaba entre las briznas del césped y las copas de los árboles, creando un ambiente terrorífico. Como en Berlín los parques son frondosos y respetan la naturaleza, me he sentido como Bryce Dallas Howard en El bosque (M. Night Shyamalan, 2004). Y los “seres de los que no hablamos” eran mis queridísimos drug dealers que acechaban en cada esquina. Para crear más ambiente se ha puesto a chispear, y de vez en cuando me cruzaba con (o me seguía por momentos) gente con capuchas. He salido del parque y me he quedado más tranquilo.

Después de dos horas y media más de camino he llegado al objetivo principal: la estatua de Federico II de Prusia en el Palacio de Charlottenburg. Ya que me había dado el pateo hasta allí he entrado a ver el palacio. Y como me suele pasar, me he puesto de mal humor al ver la ostentosidad y los delirios de grandeza de las monarquías. Cámaras de recámaras con retratos que les importaban poco a los residentes y que solo colgaban para mostrar su influencia, antesalas de antesalas con infinitas colecciones de porcelanas, habitaciones cubiertas de telas, terciopelos y tapices con techos que, utilizando a deidades griegas, describían la funcionalidad  de cada habitación… (he estado escuchando la audio guía mientras recorría el lugar).

Me molesta ver en estos lugares el derroche que hacían los reyes, dejando al pueblo morirse de enfermedades, pobreza, guerras, etc. Menos mal que llegó la revolución francesa y acabó con el absolutismo del antiguo régimen en Europa (aunque luego sucediesen otras cosas). Bueno, no en toda Europa. Por alguna “extraña” razón, países como España todavía son monárquicos (aunque no absolutistas). Y como sabemos, mientras hayan reyes los demás somos súbditos. Y si nuestro amigo Juan nos cae tan bien gracias a que detuvo el golpe de estado del 23-F, es porque no nos han contando bien la historia, no nos han dicho que todo estaba planeado y salió mal, y que todo iba a ser un montaje que al truncarse obligó al rey a detener la jugada. En realidad si que nos lo han contando algunos periodistas e historiadores[1] pero su voz se ha acallado, como a tantas otras a las que no dejan que nos abran los ojos.

Pero como esto no es un ensayo político ni una novela histórica lo dejaré aquí, me contentaré con la síntesis que he expuesto y solo añadiré que al salir del palacio le he comprado a mi abuela un tapete de centro de mesa que le gustará mucho. Después he visitado el jardín con su árboles de El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961) en miniatura y he filmado el plano más crepuscular, quizás, del film. Será de los primeros en aparecer y es un buen punto de partida para esbozar las ideas que se irán desarrollando a medida que avancen los minutos.


Hablando de minutos. Nunca se me había hecho tan largo un minuto de tiempo. Plantar la cámara con el trípode en medio de la calle y quedarme a su lado durante un minuto mientras la gente pasa, algunos me miran de reojo, otros con rechazo, otros no se enteran, es el momento más incomodo y más eterno que he vivido estos días. Entre el temor a que venga un espabilado y la coja al vuelo, o alguien que venga a decirme algo y me amenace, o que un policía me pregunte en alemán que estoy haciendo, o… pero de momento no ha pasado nada, yo grabo mi plano y soy la persona más feliz del mundo. Pasar un mal minuto con las tripas encogidas tiene la recompensa de capturar momentos irrepetibles de la vida urbana de Berlín.


Hoy he tenido que coger el metro, por cierto. Me he alejado tanto del centro por el noroeste que si quería volver para grabar las tres estatuas que todavía me faltaban cerca de Alexanderplatz no podía bajar a pie antes de que se me hiciera de noche. Y puesto con “propósitos” rotos, he tenido que grabar el memorial del Holocausto. Es un momento clave de la Historia y la película no puede obviarlo, así que lo he hecho. Pero ha sido el plano más austero, respetuoso y sincero que podía hacer: un primer plano de uno de los monolitos que configuran ese laberinto que es el memorial. Un primer plano dejando unos centímetros libres en el lado izquierdo del cuadro para poder ver un pedacito de otro bloque y su suelo característico. Pues tampoco tendría sentido hacer un primer plano de algo que no se reconoce lo que es, su significado quedaría incomprensible y vacío. Por lo tanto se debe de poder identificar, pero sinedo lo más pragmático posible. Hay que ser un cineasta respetuoso y consciente de lo que está grabando.


Con todos los planos recogidos (a falta de la estatua de Rosa Luxemburgo que no encontré el otro día, pero después de buscar por Google Maps y mirar por el Street View hasta dar con ella, iré a grabarla mañana) me he vuelto a casa. Me faltaba agua, leche y zumo, mi sustento básico de bebida. Así que he ido al Lidl a por ello. Ya era noche y caminar por la calle me ha recordado la película más experimental, junto a Zelig (1983), de Woody Allen: Sombras y niebla (1991) Entre las bebidas y un poco de comida, la factura ha subido a diecinueve euros. Me he sorprendido y al llegar a casa quería ver a que se debía este despropósito. Resulta que he comprado agua con sabor a manzana, y ésta valía casi ocho euros. Eso me pasa por haber cogido el primer pack de seis botellas que he visto y solo leer si era agua mineral (mineralwasser). La verdad es que tiene un sabor horrible. Ya intentó en España ese experimento Fontvella (creo) y no le salió muy bien la jugada (creo). Pero bueno, todo es acostumbrarse. Los próximos nueve litros de agua que beberé tendrán sabor a manzana. Lo compensaré comiéndome una pizza con piña cuando me vaya a beber el último litro.

Y llegamos a la noche. Pero la noche anterior, que por cansancio no pude comentar. Brevemente (pues el cansancio se acumula, pero creo que es importante): edité el prólogo de la película. Son casi siete minutos de Matthäus-Passion utilizando las imágenes de la Catedral de Berlín, seguidas de tres planos del skyline de la ciudad y la Niké de espaldas mientras aparece el título. Tuve que remontarlo varias veces porque la cosa no era tan sencilla.

Quizás el que lo vea luego dirá que podría haber puesto los planos en cualquier orden, pero eso no tendría sentido. Si se llama montaje es por algo. Y todo (buen) montaje debe tener un sentido (del contenido, del ritmo, de lo que sea… en eso soy bastante abierto, pero que haya un sentido de algo). Así, después de probar con ángeles tocando la música, Jesús y su pandilla, Ángel mirando al cielo, Berlín y Niké, he tenido que ir probando otras cosas que funcionasen mejor en función del encuadre: si sólo se veía el cielo, sólo la iglesia, o un poco de ambas; la escala de las estatuas; sus miradas, etc. Y he terminado con ángeles con sólo cielo detrás tocando la música, seguido por los ángeles que ya ocupan un mayor tamaño en el cuadro y dejan ver parte de la fachada de la catedral; dando paso al ángel que tiene detrás sólo la iglesia y así poder mostrar a toda la banda de Jesús donde cada uno representa una cosas (los mandamiento, el castigo por incumplimiento, el comulgar, el sometimiento al poder de la iglesia católica… los pecados capitales a los que Europa se ha visto sometido bajo la doctrina del cristianismo en todas sus derivaciones), finalmente Jesús con su gesto de perdón pero una mirada taciturna. El skyline de Berlín y la diosa Niké dándonos la espalda. Un ejemplo perfecto para hablar de cómo las imágenes son narraciones y cada plano es una palabra de una frase.


Otra de las cosas que dan para comentar es el porqué de la duración de los planos. Son planos completamente estáticos, pues al no grabar la calle no hay actividad alrededor de las estatuas (salvo una paloma que aparece unos segundos), y duran todos exactamente treinta segundos. Esto es así por varias razones: se debe escuchar completa Matthäus-Passion, y lo más importante, para crear un ritmo en el espectador. Si los planos de las estatuas durasen diez segundos o menos, cuando terminase el prólogo y comenzase la película en sí, con los planos de un minuto de cada estatua, al espectador se le harían más largos y pesados. Si de entrada creo ya un ritmo pausado y estático, contemplativo, que lleve a escuchar la música (lo que luego será el sonido ambiente, importantísimo) más allá de quedarse simplemente en la imagen, ya lo estoy preparando para cuando vaya lo bueno. Pues para eso sirve un prólogo: para anticipar y acomodar al receptor.

Los planos del skyline son más breves, estos si de diez segundos. Sobre estas imágenes no hay que detenerse tanto tiempo, pues lo principal son las estatuas. Este skyline es como una puesta en situación de donde va a suceder la acción. Como llevamos seis minutos de planos candentes y estos diez segundos están ralentizados  (he cogido dos segundos y los he alargado a diez) no se pierde el ritmo, pero si que se varía con la introducción de elementos móviles (los coches), pero a una velocidad que más que un movimiento es una intuición. Así pues, también anticipamos el movimiento, hacemos saber que lo habrá pero que no será un frenesí, y aligeramos el ritmo inicial para acabar el prologo a modo de éxtasis y comenzar la función por todo lo alto.

Luego, el resto de planos de las estatuas de la ciudad he procurado grabarlos con diferentes ritmos internos, es decir, con tráfico de coches, con más viandantes, con menos viandantes, sin gente que se cruce, etc. para así tener un ritmo interno que irá variando a lo largo de la película y no haga que sea monótona. El cine se hace en la sala de montaje.

Por cierto, En la niebla  (2012) es una magnífica película del ruso Sergei Loznitsa que adapta la novela de Vasily Vladimirovich Bykov.





[1] Esta es, entre otras muchas, una de las publicaciones que se pueden encontrar al respecto en la web y en papel. Además recomiendo la obra de teatro de Alberto San Juan, Autorretrato de un joven capitalista español (que si no llega a ser por María M. no llego a verla): http://www.alertadigital.com/2011/02/15/coronel-martinez-ingles-el-golpe-del-23-f-lo-dirigio-el-rey-juan-carlos/

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