martes, 31 de diciembre de 2013

31-12-2013. No se remolonear

31-12-2013

No se remolonear  

Esta mañana quería dormir un poco más de la cuenta por si me esperaba una larga noche, pero no ha podido ser. A eso de la nueve la luz ya inundaba mi habitación. Volver a tener las cortinas medio descolgadas y las paredes blancas hacen que mi cuarto parezca un solárium. Entre eso y los petardos, cohetes, fuegos artificiales, etc. que no han parado de sonar en todo el día era imposible remolonear en la cama. También es verdad que no se remolonear. Una vez despierta, la cabeza ya empieza ha hacer de las suyas, a calcular, pensar, requetepensar, idear, imaginar… así no hay quién pueda vaguear entre las sábanas.

Hoy quería tener un día tranquilo, de esos que vas dejando pasar porque la energía esta reservada para otro momento. Pero tampoco ha habido manera, me aburro si no hago nada. Así que he limpiado la habitación y colgado el cuadro de Gainsbourg en la pared. A los pocos minutos se ha caído, estaba claro, así que lo he dejado apoyado en me mesita junto a la butaca donde desayuno. Me he hecho el autorretrato semanal y he escrito un correo a Agustín, que hace días que tenía que contestarle pero no había podido entre tanta excursión y el vídeo de FrAcTuRaS. A propósito de éste, he hecho una nueva versión a doble pantalla con el vídeo realizado y el plano-secuencia del que parte. Igual hasta es más interesante esta versión. No, no lo es, pero verlo si que merece la pena para no dejar de preguntarse cómo puede convertirse un plano general tan apagado de color y con poco movimiento en ese ejercicio de virtuosismo y ritmo de montaje. 


También he terminado de editar, al menos lo que es la continuidad de planos, el montaje de imagen, la secuencia de Hanneke. He cambiado la música que tenía por una pieza de Benny Goodman que queda realmente bien, dándole al vídeo un sutilidad y buen ambiente que antes no tenía. Haciéndolo simpático. La fachada del edificio sumada a la música de jazz hacen que la secuencia tenga un eco de las calles neoyorkinas de Woody Allen. Me gusta. También he optado por no dejar la música durante toda la secuencia, sino que he aprovechado que la canción marcaba cuatro tiempos diferentes para cortarla y dividir la narración en cuatro capítulos: Delimitar, Pulir, Enmarcar y Pintar. Cada capítulo contiene planos idénticos y/o similares viendo como el proceso de creación está basado en la medición, la repetición y la insistencia. El viento me jodió todo el audio, así que he tirado del banco de sonidos que guardo en las memorias externas. Una vez más, que el ambiente suceda en fuera de campo me ha sido de mucha utilidad para camuflar el efecto. Además, cuando algún coche o bicicleta aparecía el sonido de archivo ha coincidido lo suficiente para pasar por real. La magia del cine. Me falta añadir sonidos concretos de las acciones de Hanneke, que estos si espero poder rescatarlos del audio original, y corregir el color. Faena que he dejado para otro día y así tenerme entretenido.



Para seguir haciendo tiempo me he puesto un par de películas agradables para cerrar el año con humor: Señoras y Señores (Pietro Germi, 1966) y Le Havre (Aki Kaurismäki, 2011). Después me he preparado la cena: un buen plato de sabrosos macarrones con queso, orégano y, a falta de tomate frito, Heinz Ketchup (horrible decisión añadir esto al plato). Y he empezado otra pequeña pintura con el trozo de cartulina que me quedaba del paquete de Corn Flakes y el culo de los tubos de colores verde olivo, marrón, azul, blanco y negro. En el Spotify tenía puesta la lista 50 canciones nacionales 2013 de Mondosonoro . Mientras pintaba ha comenzado a sonar El cielo catalán de Junco y Diamante. Ya tengo motivo para la pintura, pero me faltan colores. Por ahora he podido pintar el fondo y el cielo. La idea es hacer una gran mancha negra con tonos de granate y amarillo que represente Barcelona y un cielo claro cubierto de borrones grises y luego un relieve de pintura amarilla como rayos o algo así. Así funciona mi cabeza mientras pinto. Si me preguntan no diré que soy pintor, al menos hasta que venda un cuadro. Si lo digo sólo será para intentar ligar. Y como la noche se va a alargar hasta mañana, para saber lo que ha pasado dejaré el suspense para el relato del día 1 de enero.

30-12-2013. FrAcTuRaS

30-12-2013

FrAcTuRaS

Con los pocos materiales que tenía pude pintar un pequeño cuadro anoche. Un tríptico de tres colores: azul, marrón y verde olivo inspirado por Gainsbourg. Ha sido un pequeño ensayo movido por el impulso, nada más, pero ha quedado bastante elegante. Aún así, después de haberle hecho la respectiva fotografía y compartirlo en las redes sociales, le he hecho un par de modificaciones esta mañana. He dejado caer goteando por toda la cartulina algunas gotas de verde limón que he conseguido a base de mezclas. No me ha convencido mucho el resultado. Estaba mejor cuando era más sencillo. Por la noche le he añadido dos tiras de negro, del bote al lienzo, sin pasar por el pincel. Después, como un niño, he doblado el tríptico para que las tiras de negros se convirtieran en manchas con relieve. Cuando le enseñé mis pinturas a Violeta, en Barcelona, me dijo que eran muy infantiles. Tenía razón. Pintar para mi es algo diferente al vídeo, es pura desinhibición y goce. Mis pinturas nos son más que colores y relieves movidos por los impulsos y las intuiciones.


Después de haber pintado esto y quedarme mirándolo durante un rato he pensado que cualquier puede hacerlo. Cualquier que tenga una idea de lo que quiere hacer, aunque vaya modificándose por el camino. Pero hasta lo más sencillo necesita de una imagen mental en la cabeza. Y no solo para la pintura o el vídeo, para todo. No tengo ni idea de manejar el Photoshop, pero tenía muy claro que quería desenfocarme por completo en la serie de Autrorretratos para mi madre. He pensando que el programa funciona por capas, debería hacer dos capas, recortar la figura, pasarla a la segunda capa, ahí aplicarle el efecto, cortar y volver a pegar en la primera capa. Era así de sencillo, sólo había que hacerse la idea que cómo llevarlo a cabo. Esto lo hice hace unos días, pero lo he vuelto a traer para ejemplificar el concepto. En resumen, todo deberíamos pintar.

Hoy ha vuelto a salir el sol. Va y viene. Un día si, otro no. Flashes de luz. Fracturas de color, de fondo y de forma en las calles de Berlín. He aprovechado para salir con la cámara analógica y practicar con ella. Nunca la he utilizado. Antes de eso, he sacado con la digital unas fotografías del mural de Hanneke y se las he enviado para que pueda tener algunas con buena calidad de imagen. El otro día hizo unas con su camarita compacta de baja resolución. He ido al parque que va bordeando el río y he hecho cuatro fotos. No más. No más porque voy con carrete, no con tarjeta SD. Si llego a ir con la analógica a Krampnitz no podría haber sacado las ochocientas fotos que hice. Trabajar con analógico es complicado, hay que ser muy cuidadoso y perfeccionista a la hora de tomar las imágenes y de editarlas, o montarlas en el caso del cine.


Pero el digital, si se quiere hacer bien, también necesita mucho cuidado, tiempo y trabajo. Como mi último vídeo, FrAcTuRaS, al que después de varios días completos dedicándole mis horas hoy he podido terminarlo. Que se me perdone la inmodestia, pero es una pequeña obra maestra de cuatro minutos tan absorbente y trepidante que no me canso de verla. El trabajo realizado, fotograma a fotograma a merecido la pena. Aquí su sinopsis: FrAcTuRas es una fugaz contemplación sobre las posibilidades del digital. Inspirado por el cine rítmico de comienzos de siglo y el puntillismo pictórico, FrAcTuRaS comienza grabando una tranquila mañana de miércoles en la Pariser Platz de Berlín para terminar profundizando en la imagen misma y decontruirla para reconstruir un juego de abstracciones, colores, formas y ritmos siguiendo la música de Raül Fuentes (Heezen): Fractura (Secret Speech, 2006).


FrAcTuRaS (Atom Samit, 2013) from Atom Samit on Vimeo.

A media tarde me he tomado un descanso para despejarme y he salido ha dar una vuelta por el barrio. He encontrado una pequeña librería en español, Bartleby, a la que no he entrado porque sé que cuando lo haga me sabrá mal salir con las manos vacías. Desde fuera he visto a los que la llevan sentados detrás del mostrador con ganas de que alguien entrara y les comprase un libro. Ya iré. Mientras tanto sigo saltando ante cada petardazo que meten los niños en las calles. Esto parece Magdalena. Y como tal, mañana mascletà en la plaza mayor. Había pensado acercarme a Alexanderplatz y la puerta de Brandemburgo para celebrar fin de año viendo el castillo de fuegos y demás perifollo que montan aquí, pero Cyril ha llamado a mi puerta y me ha preguntado si mañana quiere que vaya con él y con su amiga francesa, que ha venido unos días a ayudarle con su película, al club Gretchen a pasar la noche entre música electrónica, drum’n’bass, funk y house. No es lo que más me gusta, pero como le he dicho a Cyril: “Better than go alone to see Fireworks”.

lunes, 30 de diciembre de 2013

29-12-2013. Pero no

29-12-2013

Pero no


Siete pequeños tubos de pintura de colores oscuros: verde vejiga, tierra sena tostada, tierra sombra tostada,  negro marfil, ultramarino, azul cerúleo… y blanco. Son los únicos colores que me quedaban antes de venirme aquí y no tengo otros. Pero quiero pintar. Quiero pintar ya. He roto una de las cajas de Corn Flakes que guardo como un Diógenes. Con eso tendré suficiente para calmar mi ansia antes de poder ir a comprar pinturas, pinceles y lienzos. Lo quería dejar para más tarde, pero no. Después de un día de edición, seis horas para editar medio minuto de video experimental. Menos mal que está mereciendo la pena el trabajo. Quería terminarlo hoy, pero no.  Todavía me faltan dos minutos y ya no podía más. Cuando he visto que empezaba a cometer fallos he preferido dejarlo y pasar a seguir editando la secuencia de Hanneke, pero no. No me gusta lo que tenía montado. Con la música que había elegido de fondo parece un capítulo de Bricomanía. Tengo que volverla a editar desde el principio.  Hoy la he vuelto a grabar. Hoy ha terminado su mural en el exterior del edificio. No tenía la misma luz del otro día, pero la de hoy también ha sido buena. Más contrastada, más marcadas las líneas. Más potente el color. No habrá raccord de luz. Pero a quién le importa el raccord.  A mí, pero no. No siempre. En este caso no. Después de editar, a las siete tocaba baloncesto. Los domingos son días de ACB. Hoy clásico, Madrid – Barcelona. Al principio se han puesto los azulgranas por delante, pero no. No han ganado el partido. Este año el Madrid está intratable. Juega con rapidez, con frescura, con fuerza. Como una pincelada al aire. Cyril me pasó la película sobre Gainsbourg (2009). Es lo que ha hecho que ahora tenga unas ganas desbordantes de pintar, pero no. La película es bastante mala. Solo salvo la primera hora por el interés que el personaje plantea, pero no. No es una buena película. Y quiero pintar, así que hoy termino aquí, pero no. El día no ha terminado. Son las doce y tres de la medianoche y el día acaba de empezar.


domingo, 29 de diciembre de 2013

28-12-2013. Errores y fatigas (tomadas con humor)

28-12-2013

Errores y fatigas (tomadas con humor)

Ayer me compré el periódico, por curiosidad. Aparte de una fotografía en portada sobre un gato idéntico a Hitler y otra en contraportada que dejaría en ridículo a las chicas del AS, el diario incluía el horóscopo general para 2014. No sé para qué luego hacen uno a diario si con este ya me marcan todo el año, pero bueno, siempre es entretenido leerlos. La mala traducción de Google me venía a decir que Marte va a estar un poco dominante, pero que esto lo único en lo que me afectará es que tendré una armonía amorosa bastante buena, aunque cómo no sea conmigo no se con quién. También me ha predicho que tendré tiempo de ordenar las cosas a mi manera y que eso me hace afortunado. A partir de mediados de julio mis transacciones se moverán más y tendré una convivencia agradable. Para los singles, esto me interesa, hasta julio hay que llevar la ofensiva con las desconocidas y las posibilidades de éxito serán grandes. En resumen, de enero a julio encontraré pareja, de julio a diciembre me quedaré sin dinero porque tendré una convivencia agradable y derrocharé los pocos euros con los que me mantengo. En este periodo habrá armonía porque el amor está por encima del dinero. Que rosa y que feliz ven el mundo los planetas. Pero para que las ilusiones no desborde también dan un último consejo: 2014 será un año muy flexible y no todo funcionará como deseas. Tómatelo con humor. En definitiva: te vas a quedar como estabas, pero tranquilo, que el año que viene nevará en octubre. A veces pienso como sería el mundo si a todos los del mismo signo nos sucediera lo que indica en los horóscopos.

Todavía no ha llegado 2014, pero algo ha acertado. Lo malo, evidentemente. El día de hoy ha sido un día de fallos y de trenes. De errores y fatigas. Menos mal que me lo tomo con humor, y es que ¿cómo no estar de buen humor si lo único que quieres es caminar por frondosos y tranquilos pueblos a las afueras de Berlín y estar acompañado? Con eso me contentaba, y cuando Cyril se disculpaba por habernos equivocado de pueblo o que la visita a la Villa Olímpica de Berlín 1936 haya sido un leve fracaso, yo le decía “Don’t worry. I like that. I like walk for these places. These neighbourhoods… I could live here. Are so green, so quiet, so peaceful. I could live here”.

El comienzo del viaje parecía augurarnos una buena jornada, pues la conductora del autobús no nos ha cobrado el billete. Las cosas se han ido truncando en el momento de hacer el transbordo al cercanías. Yo  no tenía marcada la misma ruta que Cyril, pero como las diferentes posibilidades de llegar al lugar apenas variaban por unos minutos no he dicho nada y le he seguido. Al llegar a Potsdamer Platz teníamos que esperar una hora al tren. Sábado. Mientras mirábamos en el panel de horarios alguna otra posibilidad de conexión, se nos ha acercado un hombre preguntándonos a dónde queríamos ir. “Wustermark” le he dicho. El buen hombre nos ha dado unas cuatro posibilidades diferentes, todas ellas necesitando hacer diferentes transbordos, volver hacia detrás, esperar igualmente… porque al fin y al cabo, el cercanías que teníamos que coger era el mismo, daba igual cogerlo desde Potsdamer Platz, de Spandauer Damm, o desde cualquier otra parte, la espera nadie nos la iba a quitar. Para no hacerle un feo al hombre, mientras él se subía a su cercanías nosotros subíamos las escaleras mecánicas en dirección a la línea de metro que nos había indicado, pero yéndonos a almorzar por los exteriores del Sony Center.

Hemos entrado en un Dunkin’ Donuts. Creo que ha sido la segunda vez que he pisado uno. Eso parecía un McDonald’s con los cientos de miles de menús en las marquesinas. Yo no sabía que pedir y todo llevaba café. El único menú que no iba con café era el de chocolate caliente con una madalena, de chocolate por supuesto. La madalena, más grande que las setas que hacen crecer a Súper Mario, todavía me dura. El quemón que me he hecho en la lengua con el primer trago del chocolate, también.  La espera de una hora, la lengua socarrada y la sobredosis de azúcar comenzaban a predecir que las cosas no iban a salir tan bien. O eso he pensado cuando nos volvíamos a dirigir a la estación.


Hemos llegado a Wustermark y he puesto en el Google Maps la calle que me ha indicado Cyril. Era un vecindario de lo más familiar. Ni rastro de una villa olímpica abandonada. Después de caminar unos veinte minutos e intentar ver algo en el borroso mapa satélite del móvil, he sacado el papel que me había preparado antes de salir de casa con las indicaciones para llegar al lugar. Nos habíamos pasado por un pueblo. La Villa Olímpica no estaba en Wustermark sino en Elstal, a unos cinco kilómetros. Ya eran las doce de la mañana e ir andando nos quitaría toda la luz que le quedaba al día, que por otra parte era bien poca, pues a diferencia de ayer, hoy volvían las nubes y los chispazos de lluvia. Hemos vuelto a la estación de tren. Vacía. Poco a poco se ha ido llenando. Una chica nos ha preguntado donde se compraban los billetes. Ni idea. A la media hora ha llegado el tren.


En Elstal nos esperaba otro paseo de media hora por un barrio de casas prefabricadas y sin encanto en medio del bosque. El lugar no era tan bonito como Wustermark pero también se podría tener una vida sencilla y agradable allí. De camino a nuestro destino yo deseaba que fuera ese el lugar correcto y no un espejismo. No quería haberla pifiado después de habernos marchado de Wustermark por mi insistencia en que creía que no era ese el lugar. Hemos dado con la Villa Olímpica y yo me he quedado más tranquilo. Por supuesto, estaba cerrada a cal y canto, como todos los lugares que visitamos, pero este tenía unas vallas muy nuevas y en buen estado. Carteles de propiedad privada. Parecía infranqueable. Por el camino, Cyril ya me había metido el miedo en el cuerpo advirtiéndome que este sitio solía estar vigilado por guardias de seguridad. Me estaban comenzando a asaltar las dudas. Algún vecino por la calle nos miraba sospechosamente, pero seguían con su rutina.

Un pequeño agujero al final de la valla. Después un muro que la voluntad de querer entrar nos ha ayudado a saltar. Otra valla, esta más fácil. El paraíso: edificios abandonados, extrañamente vacíos y medio abandonados. Un camino medianamente asfaltado con una cuerda relativamente nueva que limitaba el paso entre la calzada y los apartamentos de los deportistas. Un lugar entre el abandono y la conservación. Las dudas explotaban en mi cabeza, la confusión no me dejaba pensar ni hacer fotografías. Esto no era un lugar abandonado, era algo similar a una atracción en Roma: viejos monumentos abiertos al público. Le he preguntado a Cyril y me ha dicho que cree que el lugar entre semana está abierto al público, pero pagando. Hoy sí, hoy nos hemos colado de verdad en un sitio en el que no deberíamos, y eso me hacía sentir incómodo. Si el lugar podía visitarse aunque fuese pagando, supongo que no mucha cantidad, deberíamos haberlo hecho así. Soy un maldito boy scout, un Ned Flanders. Y al no ser un lugar realmente abandonado, sino que tenía carteles con indicaciones de qué era qué y demás, no era lo que yo quería para mi serie de fotografías. Pero bueno, ya estábamos allí y no íbamos a dar marcha atrás con lo que nos había costado llegar. Después, al llegar a casa, he buscado si realmente el sitio abre al público. Sí, pero lo hace sólo de abril a octubre. La entrada cuesta entre dos y cinco euros. Probablemente vuelva.


Hemos dado un paseo y hemos visto algunos lugares. Cyril buscaba un estadio que supuestamente conserva la esvástica nazi y debe de ser bastante chocante. Por el camino nos hemos cruzado con la casa en la que estuvo viviendo esos días Jesse Owens. Y poco más. Cyril ha visto a lo lejos a un guardia de seguridad y hemos iniciado el camino a casa, no sin antes dar una última vuelta. Al final, Cyril con la desilusión de no encontrar el estadio, y yo con la de no haber hecho más de cuatro fotos, nos hemos ido.  Pero “always is good see these places. I like go. It’s nice. I like the place. Maybe we, or I, will come back”.


Con la lluvia ganando intensidad hemos vuelto hacia la estación mientras hablábamos de cómo David Lynch y Tarantino se han convertido en iconos más allá de cineastas, y que la gente los cita por quedar bien antes que porque realmente le gusten. Este tema también sale a menudo cuando hablo con Rachel Bean. Luego hemos hablado del último Francis Ford Coppola, de su hija y de su sobrino. Y, por último hemos criticado a Oliver Stone, del cual hemos salvado dos películas: Platoon (1986) y Giro al infierno (1997) que me ha recomendado Cyril porque yo no la he visto.


Nos aguardaba una sorpresa antes de coger el tren. Una torre muy alta nos ha llamdo la atención. Cyril me ha dicho que tenía curiosidad por verla bien. “We can approach it”, le he dicho, así que hemos hecho un inciso en el trayecto. Y nos ha salvado el resto del viaje. La torre era la puerta de entrada a la antigua estación de Elstal. No era muy grande, pero tenía rincones maravillosos como una especie de circulo con un mecanismo que, supongo, haría girar vagones, cambiar direcciones o algo similar. Me he imaginado un tren dando vueltas sin parar por culpa de un ferroviario loco que quería divertirse.


Era raro que todavía no nos hubiese pasado. Nos hemos perdido. Yo me he ido por un lado y Cyril por otro hasta tal punto que no sabía dónde se había metido. Al final he visto su inconfundible gorro de lana camino de la estación nueva, así que he hecho un par de fotografías más y he salido del recinto por donde la valla lo permitía estando a punto de hacerme un esguince.


Siguiendo con el tiempo de espera de trenes, hasta las tres y diez nos hemos quedado plantados bajo la lluvia, que había pasado a ser un rocío. Y siguiendo con las ilegalidades de hoy, al no haber máquina de billetes, hemos hecho el trayecto en tren sin pagar un euro. Para el viaje de vuelta, y con el miedo a que pasara el revisor y nos pillara sin tickets, he decidido marcar el rumbo. Nos hemos bajado a las pocas paradas y hemos cambiado  el tren por el metro, que nos dejaba cerca de casa y podíamos comprar el billete. Como ya estábamos dentro de la zona AB nos hemos ahorrado casi un euro. Y eso me ha hecho pensar lo contradictoria que es la línea de transporte público de aquí. Un billete de un viaje cuesta como máximo 3,60€ y dura dos horas. Por ese precio puede cubrir una distancia que te lleva casi tan lejos como ir de Castellón a Valencia. Si te compras el billete de un día por menos de diez euros puedes hacer este viaje todas las veces que quieras. Para esto es de lo más económico que he visto, pero claro, la mayoría de gente utiliza el metro o cercanías para ir por dentro de Berlín, zona AB por 2,60€ un viaje, y esto es de lo más caro que he visto.


Al llegar casa me apetecía ver un western, y como el día había ido de trenes, en Filmin enseguida me han puesto en primera fila del género El tren de las 3:10 (James Mangold, 2007). La película era lo que me esperaba, me ha servido para relajarme un rato, pero poco más. Me ha hecho pensar en el mérito que tienen los realizadores/as que trabajan con una ingente cantidad de planos, como David Fincher, y el trabajo que supone eso. Por supuesto, esto hay que reconocerlo como meritorio, pero solo cuando esa cantidad de trabajo se hace con criterio y cada plano tiene su sentido. Sino es una perdida de tiempo y un ejercicio sin estilo, siguiendo un mero patrón académico que funciona con las reglas más sencillas. Como le suceden al film de Mangold. Entre eso y el inverosímil desenlace final la película me ha dejado un agridulce sabor de boca que voy a remediar escuchando el último disco de Klaus & Kinski: Herreros y fatigas.