19-1-2014
La buena vida
He
dejado casi editada la secuencia de Samuel arreglando el jardín de la
residencia antes de que Hanneke llamara a mi puerta para ir a comer. Habíamos
dicho de ir a una hamburguesería vegetariana que hay cerca. Cuando hemos
llegado al lugar ha sido entrar y salir. Era como un McDonald’s vegetariano.
Hemos ido a comer a un hindú. Era la primera vez que he ido a un hindú, y la
verdad es que estaba muy bueno. Le he dejado pedir a ella, que era la que
conocía el menú, y ha acertado. Cuando hemos entrado era por la mañana. Cuando
hemos salido estaba anocheciendo. El camarero no nos ha metido prisa y nos
hemos pasado casi tres horas comiendo y hablando. Hemos llegado a la conclusión
de que el camarero no nos decía nada porque estábamos frente a la puerta de
entrada, y la gente, al abrir, nos veía a nosotros tener una conversación tan
agradable que se animaba a entrar. Puede que fuera esa la razón, pues al final
nos han invitado a una especie de chupito de frutas sin alcohol, pero muy
azucarado y con un toque final de jarabe para la tos. Quería agradecerle a Hanneke el haberme
ayudado con el corto de Desaparecer,
haberse dejado grabar para el documental y haber sido la primera “víctima” de
mi serie de entrevistas, así que la he invitado. Menos mal que nos ha salido
barato, porque sólo llevaba treinta euros en la cartera (desde hace días; una
buena manera de ahorrar y no gastar más de lo necesario es no llevar dinero
encima).
Al
llegar a la residencia he grabado a Hyeja y Cyril. Primero a Cyril, que tenía
que pintarse los párpados como si fueran ojos para probar el efecto antes de
grabar la película. Le ha maquillado Hyeja, y ha hecho un trabajo muy bueno. De
verdad parecía que tuviera los ojos abiertos. Cyril quería que le hiciese unas
fotos para verse. Las he hecho con su cámara, así que no las tengo encima. Pero
me queda el vídeo. A ver si mañana puedo empezar a montarlo, que se me está
acumulando faena viviendo la buena vida.
Cuando
he terminado con Cyril he visto que Hyeja estaba cocinando kimchi para su hijo. He aprovechado el momento y la he grabado
también. Y mientras, hemos hablado un poco más, que hacía tiempo que no tenía
una conversación decente con ella. Después me ha regalado cartulinas de colores
por si quería pintar en ellas. Se lo he agradecido y le he preguntado si podía
hacerle la entrevista más tarde. Ha aceptado. Ha sido una entrevista totalmente
diferente a la de Hanneke. Hyeja enseguida encontraba respuesta para cada
palabra y apenas se inmutaba. He conseguido sacarle alguna risa con algunas
palabras pero ha sido difícil, se concentra mucho cuando piensa. Me falta
escuchar el sonido, que esté bien grabado, pero creo que la entrevista ha
salido bastante bien. Mañana por la mañana es el turno de Matthew a las 14h.
Mientras
importaba la entrevista de Hyeja y le diseñaba un pequeño collage con varios
retratos capturados de la entrevista como agradecimiento a su disponibilidad, Cyril
me ha escrito para salir a tomar algo. Me ha llevado a un pub que a la vez es
videoclub. Pero un videoclub inmenso, con todo tipo de películas, incluso Cremaster 3 (Matthew Barney, 2002).
En
la comida con Hanneke hemos hablado de dos cosas importantes. La primera esta,
referida al trabajo: los artistas, cineastas, escritores, etc. trabajamos todos
los días del año y las veinticuatro horas. No es un trabajo de oficina, y en
ocasiones puede parecer que no trabajemos, pero lo hacemos continuamente,
porque la mente no para de cavilar, no para de crear, y llegar a una obra que
sea realmente interesante no es cosa de un día. Y no sólo es la idea, luego
toca ejecutarla. En fin, que la vida del artista no es lo que parece, es más
dura, y como se puede ver en mis escritos, todos los días adelanto faena, al
mismo tiempo que intento disfrutar y abrirme más con la gente.
Sobre
esto ha tratado el segundo punto más relevante de la conversación. Le he
contado uno de los objetivos del proyecto, que era la “obligación” de
relacionarme con los artistas de la residencia para poder llevar a cabo el
proyecto, y de esta manera volverme más “sociable”, perder timidez, hablar más,
etc. Le ha gustado la idea, y me ha dicho que al hacer esto, estoy creando un
clima muy amigable en la residencia, que el proyecto les está siendo útil a
todos. Que me haya dicho esto me ha alegrado mucho, y le he dicho que es fácil
cuando todas las personas del lugar son tan amigables, tan simpáticas. Pensando
en todo esto, creo que voy a intentar preparar un spanish brunch de tortilla
de patata y pan con tomate (y algo más si se me ocurre) para todos los
artistas. Mañana por la mañana, después de adelantar todo el trabajo, me iré al
supermercado a comprar huevos e intentar preparar una primera tortilla de
patata. Sí, nunca he cocinado una tortilla. Quizás sea este el mejor momento
para aprender. Aunque haré el intento después de la entrevista a Matthew, no
vaya a ser que queme la cocina.
Al
volver a casa, ya entrada la noche, tenía un correo de Jiminy. Ayer me envió
otro, pero no había tenido tiempo de responderle. Así que me ha sabido fatal
cuando he visto éste. Me había enlazado su canción favorita de La buena vida: La mitad de nuestras vidas. Me he puesto
en seguida a responderle. Yo le he enlazado mi favorita: Adiós muchachos, como la película de Louis Malle. Aparte de
responderle a todo lo que me había escrito, de paso, ya que mañana quiero ir a
ver 12 años de esclavitud (Steve
McQueen, 2012), le he dicho de venir. Me acaba de contestar que sí. Ya tengo
plan(es) para mañana y es muy tarde. Vaya, aquí la gente parece que no duerme.
El hijo de Hyeja me lo encontré el otro día a las dos de la mañana preparándose
un sándwich (o yendo al baño, quizás estoy cambiando los papeles), la gente envía
correos a la una de la madrugada, veo las luces de las habitaciones encendidas
por debajo de la puerta a las tres… los
artistas nunca descansan. Pero yo me voy a dormir mis seis horas, que a las
ocho suena el despertador.
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