martes, 14 de enero de 2014

13-1-2014. Liberarse

13-1-2014

Liberarse

Tal como estaba previsto, por la mañana he editado la segunda correspondencia fílmica[1] sobre el muro de Berlín. Lo más complicado ha sido grabarme la voz, y no por cuestiones técnicas, sino porque mi voz, mi dicción, mi problema al pronunciar la erre suave y mi entonación no son las más adecuadas para acompañar desde el off. Seis minutos de repeticiones leyendo el primer párrafo de Historia de dos ciudades, de Charles Dickens:

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.

La construcción, la tristeza, el dolor, la violencia y el derrocamiento del muro de Berlín van acompañados por la música de Erik Satie. Al final, el muro a día de hoy, dividendo la pantalla en dos y comparado el lado del este, que se ha occidentalizado con los grafitis de artistas contemporáneos, y el lado del oeste, dejado, como si hubiera formado parte del periodo soviético. Me pregunto si todavía se puede considerar a Berlín una historia de dos ciudades, más allá de las apariencias. Sobre estas imágenes, el texto de Dickens, que pone la duda en la contradicción y que nos hace pensar si estamos viviendo en los viejos tiempos. Porque el relato del escritor inglés es tan vigente hoy como en el año en el que se publicó: 1859.



Cuando estaba puliendo algunos detalles y recolocando planos, ha llamado a mi puerta Giulz, Giulietta. Iba a empezar a trabajar en su obra y me avisaba por si quería grabarla. Eran las once de la mañana. Hemos terminado a las siete. He empezado utilizando el trípode y cuidando los encuadres, como siempre, buscando el motivo del vídeo, aquello que lo hiciera diferente a las secuencias de ESOC, de Hanneke y de Desaparecer. En un primer momento he pensado en dividir la pantalla en tres, y así he estado grabando al principio. Pero el pulpo que está construyendo con alambres y una especie de plastilina, en tres dimensiones y que atravesará el showcase, me rompía en todo momento los ejes que necesitaba respetar para poder dividir después la pantalla. Así que vuelta a empezar y seguir buscando la esencia del trabajo de Giulz. Cuando se han ido Sergio y los demás becarios, y nos hemos quedado solos, ella se ha puesto música para trabajar. Música electrónica, impulsiva. “Trabajar con música me libera”, me ha dicho en italiano. Poco a poco he ido cogiendo el ritmo de la música con mi cámara y he terminado dejando el trípode a un lado y grabando a mano, con zooms, con desenfoques, con rápidos movimientos de cámara… yo también me he liberado de la estricta minuciosidad del plano estático y me he dejado llevar por el ritmo y el movimiento constate de Giulz mientras trabaja. Ahí estaba lo que haría a esta secuencia diferente del resto, y lo que definía la forma de trabajar de Giulz: la efusividad, el movimiento, la plasticidad, el desparpajo.



A media tarde hemos hecho una pausa para comer. Ella ha cocinado arroz y yo he bajado una hamburguesa vegetariana y otra cosa, también vegetariana pero que no se exactamente lo que es, aunque está muy buena. Hemos comido bien y hemos descansado un rato, hablando y practicando el españitalianglish. Me ha preguntado cuantos años tenía, pues me echaba varios más pero dudaba. Le he dicho que veinticuatro, los mismos que ella. Se ha sorprendido de que ya esté trabajando en una residencia artística. “Tu sei molto piccolino”. Al parecer, lo normal es llegar aquí con veintiséis o veintiocho como poco, y que la media suele estar en los treinta. “Io non sono molto normale”. Después hemos hablado del futuro, de cuando ella termine el Erasmus y yo la beca. A los dos nos gustaría viajar por el mundo trabajando en lo nuestro…: “quel cosa lo che vogliamo tutto”, le he dicho. “Essere libere per fare il nostro lavoro”, me ha dicho ella.

Después de comer hemos seguido trabajando. Por la tarde me he centrado más en los planos cerrados, de detalle, de su trabajo con las manos dando forma a los alambres que forman los tentáculos del pulpo y de su profunda mirada que analiza cada detalle de la estructura. Se lo he dicho claramente: “Il tuo occhi sono molto cinematografico”. Sus ojos felinos, a medio camino entre Anna Magnani y Sofía Loren, son muy intensos en cámara.  Cada persona tiene un rasgo que destaca, hay que saber encontrarlo; después, (con)centrarte en ello ya tienes una actuación vibrante y sugestiva para el espectador.


A las sietes hemos tenido que parar. Han llegado los de la clase de dibujo con modelo y no podíamos molestarles, tal como habíamos acordado con Sergio. Nos hemos despedido y me he subido a la habitación. Cyril estaba en el pasillo, haciendo pruebas para su película. Necesita convertir nuestro pasillo en una sala de espera de hospital, y para ello necesita adecuar la iluminación. He hecho de modelo de luces para que pudiera comprobar como quedaba el espacio y las proyecciones de luz y sombra sobre un cuerpo.

Llevamos sin Internet desde las ocho. Así no puedo adelantar trabajo. Necesito Internet para corregir los errores de mi traducción y poder subtitular la correspondencia fílmica y subirla a Youtube y Vimeo. También para poder presentar Desaparecer al Notodofilmfest. Y también, para poder descargarme la música que estaba escuchando Giulz y así poder empezar a editar su secuencia, que me va a costar mucho. Liberarme ha implicado una grabación más rápida, más divertida, más dinámica, pero que conlleva mucho más montaje. Ahora, entre todo el caos de las casi dos horas de grabación (de sólo la construcción de dos patas del pulpo) tengo que encontrar los rayos de luz que saquen la esencia del trabajo de Giulz, y condensar todo ese tiempo entre dos y tres minutos, no más. Por eso no quiero empezar a montar hasta no tenerlo todo grabado, para así poder hacerme una idea del tiempo que requerirá cada escena de la secuencia final. Pero si no hay Internet, de algún modo tendré que aprovechar el tiempo. Dicen que Internet libera, pero es todo lo contrario, te absorbe. El mismo nombre lo dice: la Red, como la que caza pulpos como el que esta fabricando Giulz. Hasta que vuelve Internet seguiré con la dichosa acuarela.

Apéndice:
Son las dos y media de la mañana. Internet no ha vuelto todavía. Me he pasado tres horas pintando la maldita acuarela. He escuchado el disco de León Benavente, los tres de Triangulo de Amor Bizarro y el primero de Los Punsetes. Me he grabado mientras pintaba, pero hacía tanto el ridículo cantando y bailando De la monarquía a la criptocracia y Ellas se burlaron de mi magia, que he preferido borrar el vídeo. He roto un pincel y desgastado por completo dos. He utilizado tres nuevos y abierto las pinturas acrílicas. La pintura a pasado por mil fases. Por un momento ha sido el retrato de una pelirroja, después de una pelirroja de espaldas, después de una flecha con ojos de chino, después una V, después un fondo neutro verde con diferente tonos y un punto central naranja, después ya no lo recuerdo. Al final, he pesando en Giulz, su estilo de pintura y las palabras que me ha dicho hoy, que ya he olvidado, me han venido a la mente en un momento de inspiración. Al final sobre el fondo verdaderamente liso y lleno de capas y matices he dejado caer goteras y chorros de verde tóxico, el mismo que utilicé para pintarme los brazos. Sobre esto he pintado desde la lejanía con el poco spray rojo que me quedaba, y luego, una vez más he hecho un Pollock con el verde. Poco a poco, el lugar en el que la pintura en spray y el acrílico verde chorreante se mezclan está subiendo y ganando superficie. Tres horas, mucha pintura derramada y todo para esto. Cuando solo te mueve el impulso no se puede llegar a ningún lado. Cada capa venía con una idea, pero que rechazaba al ver un error, hay que se persistente. Por otra parte, y ya lo he comentado anteriormente, pasar el tiempo pintando, aunque sea por el puro placer de pintar y hacer la del ensayo y el error y repintar sin parar, es una actividad que estimula al cerebro y descarga la tensión acumulada. Cuando se haya secado la pintura y vea el resultado final, si es decente, creo que se la regalaré a Giulz.

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