4-2-2014
Cantando congelados
Por
la noche, mientras le cantaba a Miny (dice que le gusta como canto mis canciones
indie español, cosa que nunca
entenderé porque mi voz da pena) Cien
metros para el cementerio de Los Punsentes, canción que le ha gustado,
recibí un mensaje de Cyril para ir mañana a grabar a Krampnitz. Sabía que el
martes quizás nos tocaba grabar, pero esperaba que fuera en la residencia.
Lorenzo, el comisario de mi beca, con el que me tenía que reunir por la mañana
no podía y aplazamos la cita. El Welcome
Lunch con Cristina, tampoco era obligatoria mi presencia. Así que le dije a
Cyril que sí, que les echaba un cable. Otra vez el chico del GPS y el que ayuda
a mover los trastos. En palabras finas: el ayudante de producción, tal y como
voy a indicar en mi CV.
La
nieve ha desaparecido, pero el frío persiste. Aún con los leggings del Decathlon, que al final he tenido que ceder y
ponérmelos, me empezaba a congelar después de horas plantando en el set de
rodaje. Salimos a las doce, llegamos a las seis. Siempre en tensión. Un cartel,
que en mi primera visita con Cyril no habíamos advertido, nos puso en alerta.
El lugar había sido un área militar alemana y podían haber bombas ocultas en la
maleza que se activaran con un mecanismo de pisadas. Con lo que un mal paso
podía suponer un mal y triste final. También es verdad que los carteles estaban
muy recientes y fueran falsas advertencias para asustar a los curiosos como
nosotros. Por si acaso, avanzamos en fila india, pisando las pisadas del de
delante y por el camino que habíamos recorrido la primera vez, por el que
habíamos sobrevivido.
Mientras
nos tomábamos una pequeña pausa ha aparecido un misterioso hombre con una
cámara de fotos. Era un especialista en lugares abandonados de Berlín y le ha
dado su página web a la actriz alemana por si necesitábamos cualquier cosa en
el futuro. Nunca sabes lo que te vas a encontrar en cualquier lugar del mundo.
Todo el tiempo con miedo a que vinieran coches de seguridad, y la única persona
que aparece es uno de los nuestros, en nivel experto, y el más simpático del
mundo. Eso sí, de reojo he podido ver sus fotografías y no eran lo mejor, pero
eso es lo de menos. Además, yo no se que ha pasado, que Krampnitz ha cambiado
mucho desde que lo visitáramos en diciembre. Es realmente un pueblo fantasma
con vida.
Cyril
y la actriz han subido a la habitación donde un árbol había crecido dentro. No
era muy estable, con lo que los demás nos hemos quedado esperando en Siberia.
Yo me he grabado a mi mismo haciendo bolas de nieve y malabares e intentado
colar las bolas por la ventana de una casa abandonada. Los malabares no han
salido muy bien, pero al final he conseguido meter una de las bolas. Cuando le
he enseñado el vídeo a Miny al llegar a casa se ha partido de risa y ha
compadecido mi aburrimiento. Su día ha
sido totalmente diferente e inesperado. Ha sido el día que yo habría tenido si
no me hubiese ido con Cyril. Han tenido el Welcome
Lunch, después han venido unos artistas de otra residencia y han hecho una
especie de puertas abiertas para presentarles sus trabajos, y después se han
ido a tomar un café cerca del parque. Miny ha conocido mejor a Paula, la
artista de Chile que se fue en diciembre a pasar un mes con su familia antes de
seguir trabajando aquí. Yo congelándome de frío y esperando en tensión. Los
demás glogauers disfrutando de un
soleado día de febrero. Esto te hace pensar en las decisiones que tomamos y
como marcan nuestro destino, y en que el tiempo es relativo: es el mismo, pero
a la vez es completamente diferente. Seguro que una hora en Krampnitz ha sido
tan larga como todo el día de Miny. Pero no me arrepiento de haber ido, me
gusta estar en grabaciones, y más de un equipo francés y una actriz alemana.
Toda una novedad y una oportunidad para aprender. Ya puedo decir que he
participado en un rodaje internacional.
Antes
de volver a la residencia, para celebrar que todo ha terminado saliendo bien,
Cyril nos ha invitado a pizza, que compartida entre cinco se ha quedado en
porciones. Al llegar a casa he subido a ver a Miny, que estaba escuchando La
iaia. Nos hemos contado el día, he cantado Quizás,
quizás, quizás de Nat King Cole que me ha venido a la cabeza después de
alguna anécdota y nos hemos ido a cenar a una pizzería. Llevaba todo el día pensando en probar la
pizza del restaurante La música con
Miny. Un fallo en toda regla. El lugar, la presentación de la comida y el
manjar en sí eran dignos de un comedor de colegio. No se vuelve a tocar La música, aunque se puede seguir
cantando bajo el frío siberiano mientras caminamos por las oscuras calles de
Berlín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario