miércoles, 5 de febrero de 2014

4-2-2014. Cantando congelados

4-2-2014

Cantando congelados

Por la noche, mientras le cantaba a Miny (dice que le gusta como canto mis canciones indie español, cosa que nunca entenderé porque mi voz da pena) Cien metros para el cementerio de Los Punsentes, canción que le ha gustado, recibí un mensaje de Cyril para ir mañana a grabar a Krampnitz. Sabía que el martes quizás nos tocaba grabar, pero esperaba que fuera en la residencia. Lorenzo, el comisario de mi beca, con el que me tenía que reunir por la mañana no podía y aplazamos la cita. El Welcome Lunch con Cristina, tampoco era obligatoria mi presencia. Así que le dije a Cyril que sí, que les echaba un cable. Otra vez el chico del GPS y el que ayuda a mover los trastos. En palabras finas: el ayudante de producción, tal y como voy a indicar en mi CV.

La nieve ha desaparecido, pero el frío persiste. Aún con los leggings del Decathlon, que al final he tenido que ceder y ponérmelos, me empezaba a congelar después de horas plantando en el set de rodaje. Salimos a las doce, llegamos a las seis. Siempre en tensión. Un cartel, que en mi primera visita con Cyril no habíamos advertido, nos puso en alerta. El lugar había sido un área militar alemana y podían haber bombas ocultas en la maleza que se activaran con un mecanismo de pisadas. Con lo que un mal paso podía suponer un mal y triste final. También es verdad que los carteles estaban muy recientes y fueran falsas advertencias para asustar a los curiosos como nosotros. Por si acaso, avanzamos en fila india, pisando las pisadas del de delante y por el camino que habíamos recorrido la primera vez, por el que habíamos sobrevivido.

Mientras nos tomábamos una pequeña pausa ha aparecido un misterioso hombre con una cámara de fotos. Era un especialista en lugares abandonados de Berlín y le ha dado su página web a la actriz alemana por si necesitábamos cualquier cosa en el futuro. Nunca sabes lo que te vas a encontrar en cualquier lugar del mundo. Todo el tiempo con miedo a que vinieran coches de seguridad, y la única persona que aparece es uno de los nuestros, en nivel experto, y el más simpático del mundo. Eso sí, de reojo he podido ver sus fotografías y no eran lo mejor, pero eso es lo de menos. Además, yo no se que ha pasado, que Krampnitz ha cambiado mucho desde que lo visitáramos en diciembre. Es realmente un pueblo fantasma con vida.


Cyril y la actriz han subido a la habitación donde un árbol había crecido dentro. No era muy estable, con lo que los demás nos hemos quedado esperando en Siberia. Yo me he grabado a mi mismo haciendo bolas de nieve y malabares e intentado colar las bolas por la ventana de una casa abandonada. Los malabares no han salido muy bien, pero al final he conseguido meter una de las bolas. Cuando le he enseñado el vídeo a Miny al llegar a casa se ha partido de risa y ha compadecido mi aburrimiento.  Su día ha sido totalmente diferente e inesperado. Ha sido el día que yo habría tenido si no me hubiese ido con Cyril. Han tenido el Welcome Lunch, después han venido unos artistas de otra residencia y han hecho una especie de puertas abiertas para presentarles sus trabajos, y después se han ido a tomar un café cerca del parque. Miny ha conocido mejor a Paula, la artista de Chile que se fue en diciembre a pasar un mes con su familia antes de seguir trabajando aquí. Yo congelándome de frío y esperando en tensión. Los demás glogauers disfrutando de un soleado día de febrero. Esto te hace pensar en las decisiones que tomamos y como marcan nuestro destino, y en que el tiempo es relativo: es el mismo, pero a la vez es completamente diferente. Seguro que una hora en Krampnitz ha sido tan larga como todo el día de Miny. Pero no me arrepiento de haber ido, me gusta estar en grabaciones, y más de un equipo francés y una actriz alemana. Toda una novedad y una oportunidad para aprender. Ya puedo decir que he participado en un rodaje internacional.



Antes de volver a la residencia, para celebrar que todo ha terminado saliendo bien, Cyril nos ha invitado a pizza, que compartida entre cinco se ha quedado en porciones. Al llegar a casa he subido a ver a Miny, que estaba escuchando La iaia. Nos hemos contado el día, he cantado Quizás, quizás, quizás de Nat King Cole que me ha venido a la cabeza después de alguna anécdota y nos hemos ido a cenar a una pizzería.  Llevaba todo el día pensando en probar la pizza del restaurante La música con Miny. Un fallo en toda regla. El lugar, la presentación de la comida y el manjar en sí eran dignos de un comedor de colegio. No se vuelve a tocar La música, aunque se puede seguir cantando bajo el frío siberiano mientras caminamos por las oscuras calles de Berlín.

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