miércoles, 5 de febrero de 2014

3-2-2014. La espera

3-2-2014

La espera

El cine, a veces, puede ser la profesión más aburrida del mundo. Para lograr esa emoción final que es el resultado de una película hay que trabajar horas y horas y días y días y meses y meses y años y años. Y hay momentos en que las energías se acaban, sólo por esperar. Hoy me tocaba actuar en el cortometraje de Cyril. Era el doctor. Sólo tenía cinco planos, pero… Para grabar el primero hemos estado casi hora y media. Cyril y su ayudante en la calle, preparando el plano con la actriz. Yo en su habitación, que había transformado en hospital. La escena consistía en que la actriz cruzaba la calle, y cuando yo la veía abría la ventana y le gritaba diciéndole que su amiga había despertado del coma y que viniese. Lo que iba a ser una película muda ha pasado a ser un festival de gritos en plena calle. Ni mi voz ni mi entonación son muy actorales, me sentía ridículo diciendo: “Hey! Hey! She wakes up!” Pero lo he intentado hacer lo mejor que he podido. Luego ha venido la escena en la que bajo las escaleras y veo marcharse a la actriz. En esta no tenía que hablar, sólo bajar las escaleras, pero tampoco lo he hecho muy bien. Mi bamboleo parece no ser muy normal y no se ve natural en la cámara. Además, preparar la iluminación ha llevado varias horas porque las sombras que se producían en el pasillo a través de las barandillas convertían a la película en un film del expresionismo alemán. Por otra parte, la bata y el traje de doctor me quedaban excesivamente grandes, ni con un par de grapas detrás se solucionaba el problema. Eso, y “mi chistosa cara de simio”: no soy un doctor, no soy un buen actor. Al final hemos probado varias cosas y han pasado a otra escena.

Me han dejado un par de horas libres en las que he ido a comer, o cenar, era una hora extraña, con Miny, que estaba escuchando El último vecino. Ha intentado preparar una especie de tacos mexicanos al estilo de Matthew. Le han salido diferentes, pero muy buenos. En un par de semanas, o quizás la que viene, empezaré a grabar a todos los artistas cocinando y montaré una secuencia con ello. Se hicieron las seis y cuarto y Cyril me ha llamado para otro plano más. Tenía que abrir la puerta de la habitación “del hospital”, dejar entrar a la actriz y cerrarla súbitamente. Creo que lo grabamos unas diez veces. Estaba era la escena fácil donde menos tenía que actuar, el problema vendría luego. Pero hasta entonces tenía otra hora libre. Subí al cuarto de Miny para intentar cambiar el idioma del Word que le había instalado, de español a coreano, pero no he podido. Al parecer, los de Windows solo venden el programa en una lengua y para cambiarla se necesitan programas especiales o es imposible. No le quería romper el ordenador, así que lo deje en español, que es intuitivo y se aprende rápido. Mientras, Miny trabajaba en un dibujo, una especie de bosque/ADN, dos conceptos que están muy unidos, de ahí el árbol genealógico. Me gustan mucho sus dibujos y sus pausas para pensar, es como detener el tiempo, algo que yo no puedo hacer cuando pinto; por lo que me parece impresionante que pueda estarse minutos con el lápiz en la mano antes de hacer ningún movimiento. Por lo que me contó Matthew el otro día, y escuchando a Yunyi esta mañana, ellos hacen lo mismo. Artistas, yo no soy artista, o si lo soy, seré hiperactivo, no lo sé. Al final todo es como aquel anuncio de “no es lo que tengo, es lo que soy”, algo contradictorio, porque cada uno es como es, y en un anuncio te venden un producto que nos hace iguales, con lo que realmente el tengo hace al soy, y si todos llevan el mismo Viceroy soy tengo y no soy soy. Pero eso, cada uno es como es y hace lo que puede para salir adelante. Como Yunyi, con la que hemos ido Miny y yo a desayunar esta mañana a la cafetería Five Elephant. Ellas se han pedido cafés y tartas, yo un zumo de naranja y un croissant. Al final todos hemos comido y bebido de todo. La tarta de manzana estaba buena. He aprendido bastante del pensamiento de los artistas y sus dudas infinitas y el miedo al rechazo por la vía directa, sin porqués por parte de profesores sexagenarios con la mente cerrada, u otros artistas con pánico a que les quiten su lugar. Yunyi combina fotografía y pintura. En Taiwan la fotografía esta un nivel por debajo del resto de artes, y siempre le preguntan por qué trabaja con ambas cosas y que sus trabajos no lo necesitan, etc. Están totalmente equivocados, y por eso me he permitido darle un “mal” consejo de una persona “very young and whit not experience. You have more experience than me, so maybe I’m wrong, and maybe this is a bad advice”. Básicamente le he dicho que esas críticas de profesores u otros artistas no hay que tomárselas como reprimendas o cosas negativas que te hagan retrotraerte, sino como estímulos para pensar en tu obra y mejorarla, siguiendo el estilo que te has propuesto a ti mismo/a y no traicionarte porque a otros no les ha gustado. Quizás, no les ha gustado ahora, pero si insistes en ello, y lo mejoras gracias a los comentarios de los demás, lograr un estilo verdaderamente único y personal, y bueno. También, que lo critiquen es una buena oportunidad para entablar una conversación con quien no le ha gustado, y así reflexionar in situ sobre ello. Pero a veces, la persona que dice “no me gusta” lo hace sin razones y no se puede producir esa reflexión. Así también es una forma de distinguir el criterio de la persona que te ha criticado y tomarte o no su opinión en serio y reflexionar sobre ella. Todo esto, en inglés, trabándome y con Miny grabando cada palabra para luego subirla a su página de Internet. Una amiga suya le ha pedido mi teléfono. Eso nos ha hecho mucha gracia. Espero que nadie se tome mis palabras en serio, son palabras de un necio sin experiencia, quizás, excesivamente optimista.


A las ocho y media, Cyril no había llamado a la puerta todavía. Así que cuando he visto que no podía arreglar lo del Word he bajado para ver como avanzaba la grabación. Estaba en marcha, poco a poco. Trabajar sin equipo es lo que tiene. Le toca prepararlo todo a uno o dos y todo requiere el triple de tiempo. Se acercaba el momento más difícil del rodaje. Tenía que salir de la habitación y mirar a la actriz con cara triste, como si le fuera a anunciar que su amiga no iba a despertar del coma. “Mi chistosa cara de simio” embutida en el traje del profesor Bacterio hacían saltar la carcajada de la actriz cada vez que cruzábamos las miradas. Después de una pausa tras un incontrolable ataque de risa de todo el equipo, seguimos grabando, ahora con un plan: yo le miraría la frente, ella me miraría el hombro. Eran los últimos tres planos de la grabación y estaba bien relajar un poco la tensión después de un largo y duro día. Grabamos el plano de la mirada tras varios intentos y llegaba el turno de mi primer plano. Imposible. Al final cara palo Kuleshov y tira pa’ lante. Tanta espera, tanta repetición, tan sentirme mal por pensar que lo hacía fatal y le estaba fastidiando la película a Cyril, acabaron con mis energías. Esa noche dormí como un lirón.

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