Mostrando entradas con la etiqueta alexanderplatz. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta alexanderplatz. Mostrar todas las entradas

sábado, 7 de diciembre de 2013

6-12-2013. Hamburguesas de Orión

6-12-2013

Hamburguesas de Orión

Hoy ha sido un día tranquilo. Por primera vez desde que estoy aquí ha nevado. Ha sido tímidamente y no ha llegado a cuajar, pero los efectos del huracán “Xaver” que está azotando estos días al norte del país se están empezando a notar. Así pues, me he pasado la mañana editando la secuencia de la jam session de anoche. Como había previsto, siete minutos de secuencia, ni uno más, ni uno menos.

La verdad es que las casi dos horas de grabación que tenía han venido justas para el montaje. Siete minutos con una narración clara y con un ritmo bien llevado. Para poder montar rápido, que es como voy a tener que trabajar aquí, pues son varios los proyectos y mucho el material, son claves dos cosas: hacer en la medida de lo posible un montaje en cámara (es decir, grabar en el orden en el que terminaré editando) o hacerme una idea de hacia donde voy a llevar el montaje. Esto provoca hacer trabajar a la cabeza a mil revoluciones durante la grabación pensando en las infinitas posibilidades que se pueden dar cuando se habrá el Final Cut (el programa de edición) y buscando una idea definida de hacia donde tirar mientras estoy grabando.


La otra cosa a tener en cuenta, no sólo para una rápida edición, sino en general, es mirar las imágenes con distanciamiento y saber cuando hay que descartar. Ser capaz de desechar cualquier plano, por muy interesante que parezca en el momento de su grabación. En algún momento (según lo que se está buscando) uno se puede saltar las reglas, pero siempre de manera justifica (aunque sea consigo mismo). Es decir, editar un video es cuestión de criterio y buen hacer. En la sala de montaje es donde se ve realmente la mirada (ética) de una persona para con su realidad dentro de un mundo dominado por la imagen.

En fin, una edición rápida con descartes fáciles: introducción desde las escaleras del edificio, siguiendo el siniestro ruido de la música que llega desde el fuera de campo. Preparación del equipo en solitario. Llegada de los demás miembros de ESOC. Terminar de montar el material. Introducción de la fiesta, ya con un toque siniestro dado por el sonido reverberante que suena de fondo. La fiesta en dos fases que van del éxtasis al arrebato, parafraseando al bellísimo título que la editorial Cameo dedicó a un pack de DVDs sobre el cine experimental español. Y la fiesta agonizando, con la virgen maría durmiendo y Casanova tocando el clavicordio en solitario y la mirada perdida. Aproximar  la secuencia al surrealismo buñueliano que sentí mientras lo viví.

Martí, el artista que ha organizado la velada me ha pedido todo el material bruto y el montaje del vídeo. Mañana le escribiré para decirle que ya lo tengo y puede pasarse a recogerlo. Espero que le guste el vídeo, pese a su toque irónico (que ya de por sí tenía la performance). He aprovechado que había un Frankenstein en la fiesta y el uso de las máscaras para crear un montaje constructivista (que el plano A provoque un significado en el plano B y no una mero encadenamiento de acciones, etc.) con imágenes de la película de Frankenstein (James Whale, 1931) que se pasaba en los proyectores de Super-8 en la que los hombres del pueblo, furiosos y con antorchas, corren en busca del monstruo. Estos encontrarían su símil en los jueces pintados en las paredes de la residencia durante el acto. Y, por supuesto, tanto unos como otros irían en contra de esa provocativa, pagana y cuasi lisérgica velada. Comento esto brevemente para  hacerse una idea de esto que he explicado acerca de como debe trabajar la mente mientras graba “la vida en directo” para después tener una fase de manipulación de la realidad más rápida y eficaz. La realidad no existe.

El día se ha ido apaciguando y he decidido salir de casa para volver a visitar la Alexanderplatz por la noche (lo que vienen a ser las siete de la tarde). Como no estaba el tiempo para caminar más de una hora por calles tan abiertas, he decidido coger el metro. Y por supuesto, algo me tenía que ocurrir.

Dos hombres me han asaltado mientras me compraba el billete. El primero, junto a su mujer, me ha preguntado en inglés. “Wait a second, please”, le he dicho mientras terminaba de comprar el ticket. El hombre ha accedido a esperar amablemente. Enseguida ha venido otro, barbudo y desvencijado, hablándome en alemán. “Sorry, I don’t Understand you”. El hombre insistía y, al final, cuando ha hablado más lentamente le he entendido “Drei Tickets”. Me quería vender tres billetes de metro que le debían sobrar. Yo le he dicho que no y le he dado las gracias. He seguido sacando el billete de la máquina (parecía no querer salir). El hombre barbudo le ha preguntado a la pareja de mediana edad que me había hablado primero. Ellos le han dicho que estaban conmigo y éste les ha dejado tranquilos.

Con mi billete en la mano me he dirigido al hombre para ver que quería. “To Alexanderplatz?” me ha preguntado señalándome el plano del metro. Como lo tenía aprendido de casa le he hecho el recorrido siguiendo la línea de metro desde nuestra estación hasta la última: Wittenau. “I go to Alexanderplatz too. We go to Wittenau” o algo así le he debido de decir. Ha hecho el típico gesto de “oh, claro cariño, era así de fácil pero no me he acordado de cómo funciona un metro”, poniéndose la mano en la frente. Me ha indicado un andén y le he dicho que sí, que supongo que era ese. Ha entrado el metro en la estación y me ha vuelto a preguntar por temor a equivocarse de dirección. Y me ha descubierto. “Is my first time here”. Le he dicho que era la primera vez que estaba ahí y el hombre se ha marchado indignado al vagón, que por suerte para mí indicaba “Wittenau”.

La impresión que Alexanderplatz me dejó el otro día ha cambiado. Hoy estaba viva y llena de gente. He podido comenzar a grabar los primeros planos de lo que será mi primera carta para la parte del proyecto de las correspondencias fílmicas. Y con esto creo que ya he puesto en marcha todos los proyectos principales. Después de grabar unos veinte minutos y con las manos nuevamente heladas (la cámara del móvil es imposible de manejar con los guantes) he decidido comprarme una apetitosa baguette de queso, tomate y ajo. El ajo no lo veía venir, pero ha viajado conmigo hasta bien entrada la noche. Menos mal que el frío hace que todos vayamos con la boca tapada por un fular, una braga o una bufanda y el aliento pase desapercibido.


Aprovechando que iba en plan turista he caminado hasta la puerta de Brandemburgo, subido la Friedrich Strasse y bajado la Oranienburger Strasse con su magnánima sinagoga, emblema del barrio judío. Al final, yo que no quería caminar una hora hasta Alexanderplatz he terminando dando una vuelta de tres horas en busca de las “Hamburguesas de Orión” que me prometía un nombre de calle como “Oranienburger”.

Suponía que nada tendría que ver con Orión. Ha sido una mala broma que me he hecho a mi mismo para reírme un rato mientras recorría en solitario las largas calles berlinesas. Y es que pegarse esas caminatas en soledad es un poco triste. Al llegar a casa he buscado porque se llama así. Y en Internet he hallado la (o una) respuesta[1]:

La Oranienburger Straße se llama así porque desde el corazón de Berlín conduce hacia la próxima ciudad de Oranienburg. El topónimo argamasa la relación entre el barrio judío y el Holocausto, aunque el campo de concentración de Sachsenhausen no era específicamente para judíos, sino que la mayor parte de éstos fueron conducidos hacia los campos de exterminio del este. En Oranienburg, junto a la capital del Reich, se abrió en 1933 uno de los primeros Konzentrationslager nazis”.

He vuelto a Alexanderplatz para coger el metro a casa. Debo de tener cara de berlinés porque me han vuelto a preguntar por una dirección. Mi estudio del plano del metro no ha llegado a tanto y esta vez no he podido ayudarles. El metro de Berlín está tan bien conectado como las tres estrellas que dan forman al cinturón de Orión, que en invierno se puede ver mientras “rueda la noche estrellada sobre mi cabeza, sácanos de aquí. Y si lo que no ha pasado ya, no tiene por qué pasar, y si no es posible y no nos vienen a buscar. Todo lo que yo intenté, nada de lo que decir, nada, siempre, nada y nada lo contestará”, canta Iván Ferreiro en Perdidos





[1] http://www.abc.es/blogs/muro-berlin/public/post/18-el-barrio-judio-oranienburger-straße-2052.asp

jueves, 5 de diciembre de 2013

4-3-2013. I give to you. For you

4-12-2013

I give to you. For you

Las mañanas cada día son más grises. El caminante kamikaze comienza a dar sus primeros pasos.

Me he levantado a las 8.30 para aprovechar la luz e irme a ver y grabar la Alexanderplatz. El cielo estaba nublado, con lo que luz del sol no había. Por una parte me ha venido bien, pues he grabado toda la mañana con la misma luz. Por otra, ha hecho que el centro de Berlín me haya parecido triste y apagado. Quizás haya ido demasiado pronto a la Alxenderplatz. Como está a unos 5,3 kilómetros de casa, y quería ir dándome un paseo, a las 9,30 ya estaba saliendo de la residencia.


Una hora y cuarto después, aproximadamente, estaba frente a las puertas del mercado navideño de la plaza. Sí, era demasiado pronto. Apenas había gente, tanto berlineses como turistas. Me he llevado una decepción. Tan idealizado que tenía el lugar después de ver la serie de Fassbinder Berlin Alexanderplatz (1980), y hace unas semanas descubrir la Berlin-Alexanderplatz – Die Geschichte Franz Biberkopfs (1931) de Phil Jutzi. Habrá sido el clima, o la hora, lo que ha hecho que sobre las 11 de la mañana la plaza estuviera casi vacía y muchos parapetos cerrados. A las 13.00h, cuando he vuelto a pasar, el ambiente no había mejorado. Después hablando con Hyeja, mientras ella comía y yo fregaba los platos, se lo he comentado: “Alexanderplatz is so quiet” (es tan tranquila). A Hye le ha hecho gracia mi comentario y me ha dicho que vuelva por la noche. Así que volveré. La primera correspondencia del proyecto, que tendrá aquí su lugar, será nocturna (o quizás no. Eso nunca se sabe, al igual que nunca se que voy a terminar grabando a lo largo del día).

Lo bueno de ir con mi pequeña, maravillosa y mágica handycam Panasonic HDC-SD9 son tres cosas: que ya me conoce y sabe lo que tiene que grabar y cómo grabarlo (el encuadre, la intensidad lumínica, el contraste…), que la gente me toma por un turista más o por un ciudadano que se pasea con cámara y trípode al hombro de un lado al otro (con lo que no suelen decirme nada y paso desapercibido), y, hace que sucedan cosas delante de ella solo con darle al play (se produce una especie de invocación que llama al movimiento y a las acciones, siempre que sean necesarias, y eso lo decide la casualidad, que  parece ser entiende a mi subconsciente). La verdad es que es algo difícil de explicar, un hecho increíble, pero después de grabar el primer plano los demás van saliendo tal como quiero que salgan, casi por arte de magia, pues no hago más que plantar la cámara en el lugar donde pase más desapercibido, me quedo quieto como un palo pensando que me haré invisible y miro hacia otro lado, una vez decidido el encuadre, haciendo como si nada. (Nota: En día nublados como hoy, el enfoque me toca bastante las narices y cuesta sacar el plano correcto. Con lo que debo poner en evidencia que todo el párrafo es una idealización de mi trabajo y mi cámara, porque ella lo vale).

Después de grabar Alexanderplatz, y el pirulí de Berlín (situado en una desoladora plaza) que me ha permitido hacer unos maravillosamente geométricos planos basados en las líneas, la profundidad y los encuadres dentro de encuadres, una torre cubierta de andamios y telas de seguridad me ha llamado la atención. Allí que me he ido dispuesto a grabar la fachada en obras. Hablamos de las obras de Madrid, pero la capital alemana no se queda corta. Como me gusta grabar obras la jugada ha salido redonda. Me ha llamado la atención un cartel situado entre dos estatuas que parecían hacerle la propaganda perfecta a la empresa “Gerüsbau Tisch” (Andamios Mesa). Lo de Mesa no se si será el apellido del dueño que ha sufrido esta mala coincidencia o un nombre mal buscado para la empresa.


Los edificios, a plena vista, seguían llamando mi atención. Así que iba de uno a otro sin perder el rumbo. Lo que más me ha gustado del centro de Berlín (y de la ciudad en general), por el momento, es la apertura de sus espacios. Las calles son grandes, los edificios no son magnas moles como en Nueva York (salvo los grandes centros comerciales y algunas oficinas); se puede respirar, y hay mucho verde por toda la urbe. Y también agua. Las curvas y los cauces del río Spree hacen que la ciudad parezca estar junto al mar. Con lo que me gusta grabar cerca del agua. Algunas estatuas ya estaban llamando mi atención, como las sirenas a Ulises (Odiseo) en la Odisea de Homero. Aunque mi periplo está más cercano al Ulises (Ulysses) de Joyce.


Siguiendo mi camino, en Lustgarten una señora me ha pedido dinero. Ya lo veía venir cuando estaba grabando una inmensa fachada junto al jardín, casi inabarcable para mi cámara desde la distancia adecuada. Y aprovechando que menciono la canción de Christina Rosenvinge, citaré unas estrofas de la letra: “Nunca para ti es quizás, yo no me equivocaba […] Esa señorita, que rima conmigo, que te ronda siempre alrededor”. Volviendo al “ya lo veía venir”: de fondo escuchaba a una niña preguntar a la gente “Do you speak english?”. Una mirada de reojo para comprobar que estaba pidiendo dinero. He terminado de grabar la fachada y me he ido hacia el centro del Lustgarten. La niña se ha quedado preguntando a una pareja de señoras de mediana edad. A los pocos pasos de alejarme he escuchado la voz de la madre de la niña: “Do you speak english?”. “No, sorry”. “Und Deutsch?”. Cara de “¿qué? y un “Sorry, Spanish”. He seguido hacia el centro del parque. La mujer ha preguntado a otras personas. Justo antes de darle al play la mujer ha vuelto, hablando un perfecto español. “Por favor. Para mis hijas. Es navidad. Por favor”. Le he dado dos euros del poco suelto que llevaba encima. “Muchas gracias. Feliz navidad. Felices fiestas”.

Después de  grabar el plano, camino de la fachada del otro edificio que domina el Lustgarten, ha venido la niña pidiéndome que leyera un papel que llevaba encima. Le he dicho, con mi horrible inglés, que ya le he dado dinero a su madre. Ella me ha dicho que no es su madre, que es otra señora que va pidiendo. Me ha hecho detenerme y leer el papel. He insistido en que lo siento, que no puedo darle dinero a todo el mundo, que si no es su madre, lo siento, pero que llevo poco dinero y ya se lo he dado a otra persona. Ella también ha insistido y me ha seguido hasta que nos hemos cruzado con un grupo de turistas. Después de insultarme en algún idioma que desconozco (creo) corre hacia ellos. Unos minutos más tarde, mi cámara ha grabado a la niña junto a la señora a la que le he dado el dinero y  a otro grupo de niños y señoras. Parecían estar debatiendo o haciendo la colecta de lo recaudado. Esta grabación ha sido casualidad. Yo estaba grabando a un grupo de estudiantes que se dirigían al edificio. Al salir estos del plano, en el fondo, muy lejos, se han aparecido estas reveladoras imágenes. A veces el fuera de campo se descubre por si mismo.


Antes de volver a casa me he paseado por los jardines que dan entrada a los museos de la Museumsinsel (Isla de los museos). Allí he podido jugar con las estatuas y su relación con los visitantes.  Me ha llamado la atención la de una arquera que parece apuntar a las personas que van pasando por detrás de las columnas que rodean el parque, como si fueran los patos del tiro al blanco. Y eso es lo que he buscado capturar.


Con los pies helados (necesito las botas), después de cinco horas caminando he llegado a casa y me he puesto a hacer la comida. Había hambre, así que he decidido hacerme los tortellini de marca buena que me compré el otro día en el Lidl. Mala elección. Incluían una salsa que he probado mientras los cocinaba, y resulta que ésta llevaba algo raro que me ha empezado a dar un ataque de mi alergia a los frutos secos y al marisco. Para que no fuera a mayores, nada más he notado los síntomas me he tomado las pastillas y el malestar ha remitido. Además, los tortellini resulta que estaban rellenos de carne. ¡Cómo se me había podido olvidar que los tortellini siempre llevan relleno! (Nota: soy vegetariano). Y para rematar la jugada, la cuchara con la que he removido la salsa que me ha dado alergia era la que he utilizado para remover los tortellini, dejando el agua en la que se estaban hirviendo con toda su esencia. En conclusión: a comer otra cosa. Lección aprendida: comprar comida más básica todavía, como macarrones o espaguetis y nada de salsas desconocidas.

Para no tirar los tortellini, pues todavía quedaba la mitad del paquete, he aprovechado que cuando he salido a fregar estaba comiendo Hye y le he dicho si los quería. Le he tenido que explicar, con mi horrible inglés, que soy vegetariano y que se los daba. Me ha dicho si quería hacer un intercambio. Directamente le he dicho, con el mismo tono que el socorrista coreano de En otro país (2012) de Hong Sang-soo le dice a Isabelle Huppert: “I give to you. For you”. A sonreído y me lo ha agradecido. Pero me ha dicho que no sabía como cocinarlo. “Easy. Hot Water, Fifteen minutes”.


Después me ha dicho que si soy vegetariano me gustará la comida coreana. Como ya no sabía darle la respuesta en inglés he tirado del traductor del móvil con reconocimiento de voz. El traductor le ha respondido: “No lo he probado pero seguro que está muy bueno”. Hemos quedado que un día preparará comida coreana. A ver si la semana que viene… yo le preguntaré de hacerle la entrevista para el proyecto, y ella (espero) se prestará a hacerla, y a preparar una comida coreana. A trompicones al final hemos tenido una breve conversación en la que me ha contado que está haciendo un trabajo de pintura a medio camino entre lo abstracto y lo concreto. Algo que se acerca bastante a lo que estoy buscando con mis grabaciones: mostrar el lugar tal cual es, pero sacando toda la plasticidad de la imagen a través de las formas, líneas y colores. Buscar la mirada artística de la cotidianidad.



Apunte final del día: no estaba previsto, de hecho ya tenía redactada la entrada de hoy, pero al verme en casa desde las tres de la tarde he decidido buscar los cines más cercanos que tuviera cerca de la GlogauAIR y ver su programación. En el Movimiento Kino ponían Jeune & Jolie (2013) de François Ozon. Me he acercado a eso de las diez y las calles estaban desiertas. Parecía Castellón un día entre semana de madrugada. Entre eso, la poca iluminación y la rústica peculiaridad del barrio no me sentía muy seguro. Unos jóvenes reían en la oscuridad. Una persona ha decidido tomar el mismo camino que yo durante un par de calles. Mi ritmo acelerado y mi sentido de la orientación me han ayudado a controlar los nervios.

El cine es una maravilla. Movimiento es, según indica en la entrada, ¡el cine más antiguo de Alemania! Una pequeña puerta da entrada a un pasillo lleno de carteles de películas. Folletos. Me fijo en uno del ciclo “Cine en español” que tiene la película de Pablo Berger, Blancanieves (2012) en portada. Unas escaleras y una cortina negra dan paso a un hall que hace a la vez de pequeño pub y taquilla. La chica que hay detrás de la barra es muy amable y simpática. Me he sorprendido de mi refinado acento francés cuando le he dicho: “One for Jeune et Jolie”. La sala es pequeña. Habrán entre sesenta y setenta butacas. La pantalla generosa. Al principio éramos dos en la sala. Me recordaba al Espai d’Art Contemporani de Castelló. Al final éramos siete, que para una ciudad (o un barrio) que parece dormir a las 22.30 de la noche, no está mal.  

François Ozon no es de mis cineastas franceses favoritos, le he comentado a Cyril al encontrármelo mientras me preparaba la cena.  De los contemporáneos me quedo con Bonello y Desplechin. No me ha salido ningún otro en ese momento. Hemos hablado de la situación del cine español, del momento tan creativo en el que se encuentra y de la mala acogida que tiene en las salas de España. Le he mencionado a Alberto Morais y Los chicos del puerto como ejemplo de que hacemos un cine que se aprecia en todo el mundo y no deja de viajar por festivales, pero que en casa tiene un acceso difícil a las salas de exhibición comerciales. Volviendo al tema Ozon: como decía, no es un director que me entusiasme. Apenas tres películas suyas me han gustado. En otras he estado a punto de salirme de la sala. Pero he de reconocer que sus últimos trabajos: Dans la maison y Jeune et Jolie me parecen muy interesantes. Jenue & Jolie me ha parecido una buena película que sabe como jugar con el espectador entre lo predecible y el giro de guión inesperado, lo tópico y lo profundo, la belleza y la crudeza. Y, lo más interesante, es el retrato que hace de su protagonista cuando se descubre su situación (a mi parecer y tras un primer visionado en versión original subtitulada en alemán). Por un momento me he sentido como esos jóvenes turcos de la Nouvelle Vague que iban a la Filmoteca Francesa a ver las películas sin doblaje, fijándose en la forma, entendiendo la historia a través de las imágenes y las entonaciones, descubriendo la magia del cine.