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miércoles, 25 de diciembre de 2013

25-12-2013. ... y un español

25-12-2013

… y un español

Por mucho que mi barba lo ha intentado disimular, al final se ha descubierto el truco y me lo han preguntado. Mi mirada al resto de glogauers, la forma en la que presto atención, mi timidez antes de realizar cualquier acto… demasiadas pruebas para no pasar desapercibido y me lo han preguntado. “How old are you?”. “Twenty four, veinticuatro”. “¿Te graduaste el año pasado?”. “No, hace dos. La universidad hace dos, y el año pasado, bueno éste todavía, un máster en cine documental”. Una vez más soy el más pequeño del grupo, con  un buen margen diferencia. Pensaba que la otra coreana, Hye, tendría más o menos mi edad, pues lo aparenta, pero me saca cinco años. Y es que como me dice mi amigo Juan: “sempre vas per davant de la riuà”.

La verdad es que ya estoy acostumbrado a relacionarme con gente más mayor que yo. De hecho, hasta me siento más cómodo. El otro día realicé un test de esos rápidos y fraudulentos que circulan por Internet y te revelan las verdades del universo y me salió que tengo la edad mental de treinta y dos años. Otro test me dijo que uso al cincuenta por ciento las dos partes de mi cerebro, lo que indica que soy tan creativo como racional, tan ordenado como desorganizado, tan imprevisible como aburrido. En resumen, probablemente no estoy bien de la cabeza. Lo que venía a decir acerca de ser el más pequeño, y utilizo pequeño y no joven para recalcar la sensación de inferioridad e inseguridad infantil que me sobrecoge, es que me da algunas ventajas. Pues por un lado me tratan con más “delicadeza” y comprensión debido a mi presunta inocencia pueril.  Por otro lado, se sorprenden de mis razonamientos y aptitudes para mi edad, cosa que yo no considero que sean para nada especiales, y me tratan con el respeto de una persona presumiblemente inteligente. Mientras no se rompa este encantamiento estoy salvado. Y para seguir ocultando la farsa de que soy un boy scout-zorupo, que más inocente es responsable y más que inteligente es consecuente, sigo la máxima de Groucho Marx (u originalmente de Mark Twain): “es mejor permanecer callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente”.

Así que ahí estábamos los seis glogauers y el hijo de Hyeja, y puede sonar a chiste: dos coreanas, un francés, una holandesa, una griega y un español. Como siempre, el español la caga y hace la gracia. Y, por supuesto, nos lo hemos pasado bien. Entre mi “ternura” infantil, mi mal inglés y mis pifias cotidianas les he hecho reír un rato. Les he contado las dos veces que la lavadora tardó cuatro horas en hacer su trabajo, y como la primera vez al no saber cómo funcionaba y no poder abrir la puerta la reinicié unas tres o cuatro veces. Les he contado que me compré por error agua con sabor a manzana y lo estoy pasando mal bebiéndomela. Les he contado como hemos ido esta mañana Cyril y yo al Lidl y “obviously it was closed”. Me he medio inventado una historia sobre que en las cenas de navidad mi prima toca el violín y yo, como no se tocar ningún instrumento, me pongo el objetivo de la cámara de vídeo en la boca y hago como que suena algo “because I not play the guitar, but  I play the videocamera so well”. Cuando Hyeja, viendo estas semanas que no bebo nada y he sido el único que no ha tomado café en la comida, me ha preguntado que qué bebo y les he contado que agua, zumo y horchata. A lo que le ha seguido una larga, dificultosa y extraña explicación de qué es la horchata, que se preparara con chufa, y “I don't understand why no sell over the world, because is so good”.  Y lo de sólo beber agua me ha llevado a contarles que estoy coleccionando botellas vacías para hacer una pequeña pieza para el showcase del exterior de la residencia. Esto les ha hecho mucha gracia hasta que les he contado las intenciones de mi idea: la pieza hablaría sobre el reciclaje tanto medioambiental como político, “specially in Spain we need a political change”, sobre la necesidad de un cambio de mentalidad de la gente a estos dos niveles. Por ello las botellas de agua vacías irían rellenas con noticias de periódicos, siendo también una crítica a esos panfletos en los que se han convertido los diarios. Después de explicarles, no sin dificultad, esta idea, las risas se habían convertido en sonrisas de criterio y entendimiento.

Más allá de mis anécdotas, y mucho más interesante, ha sido la conversación sobre la cultura coreana. Hyeja y Hye, que también nos han preparado dos platos típicos de su país, nos han contado que allí no se celebra la navidad, sino el “Día de la primera luna llena”, y nos han enseñado a través de Youtube una actuación de canto tradicional coreano en la que se narra un típico cuento que habla sobre un conejo y la luna. La actuación, donde no había más que una mujer cantando y un hombre tocando un característico tambor coreano, me ha recordado mucho al flamenco. Quizás haga una pequeña pieza en vídeo sobre esto. Ante nuestra expectación de cómo la mujer modulaba la voz, Hyeja y Hye nos han hablado del tiempo que es necesario para prepararse y poder cantar de esta forma. Nos has recomendado una película que trata este tema y se llama Seopyeonje (Kwon-taek Im, 1993)

Por fin me he quedado con el nombre de la chica rubia del pelo rizado: Hanneke, como el apellido del director de cine. Hanneke van der Werf, y hace unas pinturas muy coloridas e impresionantes[1]. En su página web[2] he descubierto que es amiga de Paco Dalmau[3], el artista vila-realense a quien entrevisté para Nomepierdoniuna[4], afincado en Rotterdam y que va a hacer desde allí sus correspondencias fílmicas para el proyecto.

El nombre que ahora se me escapa es el de la amiga griega de Hanneke, y eso que también me ha caído estupendamente. Creo que se llama Marion, pero no estoy seguro. De toda formas, me ha dicho que el día dieciocho de enero va a exponer en algún lugar de Treptow de cuyo nombre no quiero acordarme (no es que no quiera, es que no puedo) una pequeña instalación de vídeo. Espero descubrir el lugar y poder ir. Cuando se acerque la fecha le preguntaré a Hanneke.

Evidentemente, a la chica griega enseguida le he hablado de Theo Angelopoulos, de que una de las cosas que más ilusión me haría sería ir al festival de cine de Tesalónica y de qué escribí un artículo sobre el nuevo cine griego hace poco tiempo. Se ha sorprendido agradablemente de que conociera nombres como Yorgos Lanthimos, Rachel Tsangari, Yannis Ecominides “and others who names I can't pronounce very well”. 

Y es que el cine elimina las fronteras. Sólo con pronunciar el nombre de algún director/a, película y hablar de sus rasgos básicos, la otra persona siente que tienes un verdadero interés por su cultura, y eso hace que te miren con otros ojos y ganarse su respeto. Porque tan respetuoso es apreciar la cultura que uno recibe como interesarse por la de los demás. Y el cine es una herramienta perfecta para hacerlo. Con Hyeha y Hye me ha sucedido lo mismo que con la chica griega cuando les he mencionado a Kim Ki-duk como un cineasta coreano contemporáneo que en sus últimas películas trata de hablar de la importancia de conservar la cultura tradicional en un país que, como todo el mundo, se está viendo absorbido por tendencias made in USA.

Poco a poco la comida ha llegado a su fin y nos hemos despedido. Me he enterado de que Hye se va de la residencia a finales de este mes, es decir, en cinco días. Mañana intentaré terminar de preparar las preguntas para la entrevista y enviarle un correo para preguntarle si se la puedo hacer antes de que se vaya. De momento, algunos como Hanneke o Kuno ya me han respondido que sí. Las haré después de navidad, “this days are for eat and relax”, le he dicho a Hanneke.

Para terminar la comida hemos hecho una ronda de idiomas, propuesta de la chica muy simpática chica griega. Uno a uno hemos ido diciendo el nombre de cada mes del año en nuestro idioma. Como no podía ser de otra manera el español ha sido el más gracioso con su sílabas fuertes y terminaciones palmarias: “marzó, mayó, julió, septiembré, diciembré…”, decía con comicidad. También los meses en coreano han sido graciosos de escuchar porque, según hemos entendido a raíz de la explicación de Hyeja, los nombres de los meses vendrían a ser “mes uno, mes dos, mes tres…” así hasta diciembre. Y es que resulta que, como Cyril se había tenido que marchar, los que quedábamos teníamos raíces lingüísticas completamente diferentes: la griega, la germánica, la latina y la coreana. Una diversidad cultural que hace que el mundo, y el día de navidad, sea mucho más interesante y divertido.

lunes, 23 de diciembre de 2013

22-12-2013. El magnetismo

22-12-2013

El magnetismo

Renderizar. Esperar. Exportar. Esperar. Almacenar. Esperar. Copiar. Esperar. Esperar. Esperar. Así ha sido toda la mañana. Una mañana de las que hay que tener paciencia. Para adelantar la faena me he puesto a hacer tres cosas a la vez. Cuando tocaba esperar en una me ponía con la otra. Pero al final todas han convergido en una larga y tediosa espera.

Por un lado, subtitular Te querré siempre en inglés para enviarlo a la 10th Berlin International Directors Lounge. Y después de subtitular, exportar, subir a Internet, rellenar el formulario y enviar el enlace. Por otro lado, hacer tres copias en DVD de Sad Song, para enviarlo a los tres festivales a los que lo he presentado. Pero para grabar los DVD he necesitado descargarme el Toast, otra larga espera. Entre unas cosas y otras he seguido respondiendo a emails.

Hoy le tocaba a Estefanía. Como le he dicho: “Que envidia me das!!. Ojalá yo tuviera valor para hacer todo lo que tu haces y salir de esa manera a la aventura!!”. Estefanía se fue  Brighton de la mañana a la noche, encontró trabajo y se las apañó muy bien. El sitio en el que trabajaba cerró inesperadamente y ahora tendrá que buscar otra cosa. Como es capaz de todo y siempre tiene mucha ilusión, seguro que encuentra algo. Es increíble su capacidad de adaptación. Y yo aquí, dos días encerrado en mi extraña habitación: “He de salir de aquí, hoy tengo una razón, me canso de esperar, en esta extraña habitación” (Deluxe).

Y la idea es salir mañana de esta extraña habitación. Pero mientras… también ocurren cosas. Hay que estar atento y no dejar de mirar lo que nos rodea. Si el otro día dejé la cámara grabando durante horas y no sucedió nada, porque simplemente la dejé a expensas de que algo sucediera, y terminé borrando todo el material. Hoy si que he grabado algo muy bueno y en solo diez minutos, no he necesitado más.

Me he levantado de la silla y he asomado la cabeza por el ventanal, para tomar un poco de aire. Una chica estaba llamando a un taxi que ha pasado de largo. Indignada se ha girado hacia un grupo de personas con las maletas preparadas. Parecían estar esperando un taxi que no llegaba. He pensado que ahí podía suceder algo, más o menos interesante, pero algo. He plantado la cámara y como siempre que se le da al play buscando algo, algo se ha producido: el magnetismo. De repente, las gente entraba y en la imagen con un ritmo calculado, nadie se salía del encuadre, aún cuando pareciesen que se iban se quedaban en el borde, apresados por la fuerza centrípeta de mi cámara, que no quería que se escaparan. No hay un momento en el vídeo en el que no suceda nada, siempre hay acción y movimiento, y sorpresa. Como un par de hombres que se cruzan por delante del grupo protagonista y resulta que entrar en el portal que se sitúa en el borde superior izquierdo del cuadro. O, cuando ya parecía que la acción estaba clara y el hombre iba a coger el taxi, aparecer otro taxista y producirse una escena inexplicable. Y, lo más interesante de todo, que de todo ese grupo, el taxi no era para nadie, ni para la chica que lo estaba pidiendo. Era para un solo hombre. En fin, la realidad esta llena de pequeñas historias, aunque no sepamos que formamos parte de ellas porque suceden siempre de corrido, sin nada que nos haga pensar que estamos saltando de una escena a otra a lo largo del día. De que nuestra vida es una verdadera película. Pero cuando recortas una de esas escenas y la traes al cine, te das cuenta de que has vivido algo, un suceso, un drama que ha hecho que el día sea algo más interesante. Y para encontrar esos momentos y poder abstraerlos de la corriente ininterrumpida de la vorágine del tiempo, que no se detiene, aparece el cine, o el vídeo en este caso, que activa el magnetismo entre lo que ve la cámara y lo que quiere ver y necesita. El magnetismo del cine, que hace que al plantar la cámara, aunque quien este siendo grabando no lo sepa, surge una fuerza que hace que todo a su alrededor se vuelva más interesante.

Así pues, he llamado al vídeo El magnetismo[1]. Y esta es su sinopsis (que viene a decir lo mismo que el párrafo anterior, de una manera más sencilla quizás, porque es algo tan complicado de explicar que con cada intento la definición varía): El magnetismo se produce en el momento que plantas la cámara. El magnetismo se da de forma inesperada, por unas fuerzas que solo el cine comprende. El magnetismo es el poder que tiene la cámara de hacer que siempre suceda algo delante de ella.
Hay que estar atento a la realidad, hay que tener los ojos abiertos para saber cuando ese magnetismo se puede producir. Hay que saber elegir bien el encuadre, y que éste produzca un magnetismo en el que todo suceda dentro de él y a su alrededor.
La espera, los hechos, los imprevistos, el drama, la comedia, el interés, la duda... todo está presente en las calles y en la vida cotidiana, y si les prestamos atención descubriremos que siempre hay acción, que siempre estamos protagonizando una historia, que cada momento del día es parte de nuestra Historia. Y si hay una cámara que capta ese instante esencial, se produce el magnetismo.


Después de grabar El magnetismo, he terminado de enviar Siempre te querré y de hacer los DVD de Sad Song, ahora solo me falta enviarlos por correo. Dos cosas menos. Con El magnetismo rápidamente editado y exportado, he seguido trabajando en el video abstracto de Mañana de miércoles en la Pariser Platz de Berlín. Hay que trabajarlo poco a poco, aunque luego de la impresión de que haya sido darle al botón. Pero no, con cuidado, con ritmo, con profundidad en el píxel.

Y con ello me he entretenido hasta que ha empezado el baloncesto y el fútbol. Ambos partidos un Valencia - Madrid que ha ganado el Madrid. Los he visto a trompicones a través de Internet, pero los he podido ver, al fin y al cabo. Y mientras escribía esto me ha llegado un mensaje de Cyril, que como para ir a la montaña del diablo hay que pagar, ha decidido cambiar de lugar e ir las barracas de Krampnitz, cerca de Postdam, lugar donde se han rodado películas como Malditos Bastardos (Quentin Tarantino, 2009).

Como nuestra conexión a Internet no es muy buena, y alguien buscó indebidamente por la Red, Google no nos deja realizar búsquedas y encontrar la localización ha sido complicado. Cyril quería ir, pero no encontraba donde estaba el lugar, pues en el blog que me ha pasado no lo indica. En plan Rastreator he buscado el nombre en Wikipedia, me he asegurado que era el mismo que el del blog. En la página de Wikipedia estaban las coordenadas geográficas. Como el buscador de Google lleva dándome problemas desde que llegué, en la barra de favoritos me he puesto el Google Translate y el Google Maps, así no tengo la necesidad de buscarlo desde Google, y evito problemas como los que estamos teniendo desde hace un par de días con el buscador. He introducido las coordenadas en el Maps y le he indicado que me diga cómo llegar. Son dos horas de viaje combinando metro y autobús, pero el sitio está localizado. Así que mañana o pasado vamos a intentarlo. Moraleja: la tecnología (y Google) son herramientas perversas pero imprescindibles hoy en día, solo hay que saber como ingeniárselas para sacarles el mayor rendimiento y que la espera sea lo más breve posible.