sábado, 4 de enero de 2014

3-1-2014. Barcos de papel con banderas extranjeras

3-1-2014

Barcos de papel con banderas extranjeras

Hoy ha vuelto el caminante kamikaze.  Trípode al hombro, cámara en el bolsillo, el caminante kamikaze estaba dispuesto a recorrerse las calles de Berlín hasta llegar al extremo este de la ciudad.  Hacía sol, corría una refrescante brisa y las nuevas zapatillas estaban bien acopladas a sus pies. Hoy ha vuelto el caminante kamikaze.

Sí, hoy he vuelto a darme uno de mis largos pateos. No sabía ya que lugar visitar, así que busqué por Google Maps algún sitio que me llamará la atención. Mirbachplatz. Desde la vista aérea del Maps solo veía una punta de un edificio en medio de una pequeña plaza copada de árboles. Estaba a ocho kilómetros de casa y cerca había un parque con un lago, buena elección. Pero no he estado muy atento al camino. Florence me ha inspirado una idea muy buena para un cortometraje que podría realizar para Notodofilmfest. Así que, en las casi cinco horas de caminata apenas he sacado la cámara, pero he escrito mentalmente un guión. Se va a llamar Desaparecer. Al principio lo iba a titular El amor desaparecido o El amor ha desaparecido, pero quedaba muy cursi para mi gusto. Poco a poco, a cada paso que daba le he ido dando forma. Es increíble la sensación que produce ese proceso de ir dándole cuerpo, de pensar y repensar la idea, añadirle aspectos, corregirle fallos, enlazando temas y acciones, buscar el por qué ... y más emocionante es hacerlo de cabeza, sin detenerse mental ni físicamente, mientras caminas por las calles y cuando te das cuenta estás cruzando sin mirar una gran avenida y un camino de Heinz podría haber hecho un bote de kétchup contigo. Es sorprendente cómo el tener que visualizar lo que estás pensando para poder ir dándole forma hace que no veas lo que tienes alrededor, que estés sumergido en un mundo paralelo.

Los cortos del Notodfilmfest deben ser muy breves, un máximo de tres minutos creo. Anoche estaba dándole vueltas, un buen corto de esa duración tiene que ser muy sencillo pero muy profundo, con las ideas claras y con una narrativa mínima decirlo todo. Y, por supuesto, yo no pienso hacer un corto cómico con el que todo el mundo se ríe, gana el premio del público y la moraleja es lo de menos. Viene en mí, tengo que hacer algo dramático y profundo, serio (aunque no demasiado), poético y elegante. Es decir, poco popular. Como lo tendré hecho en un par de semanas o menos (espero) ya contaré de que va. De hecho, publicaré el relato corto en que se basa. Porque no me gusta escribir guiones. Prefiero escribir un relato corto que me sirva de guión. Mientras lo iba pensando ha resultado ser muy kafkiano, que le vamos a hacer. En mi hombro izquierdo Camus, en el derecho Kafka.

Caminando he pasado por delante de un café, creo que llevado por españoles, que se llamaba “Ana y Otto”, como Los amantes del circulo polar (1998), esa mala, sí, mala, reconocedlo de una vez, película de Julio Medem. Con ella empezó el desastre después de las maravillas de Vacas (1992), La ardilla roja (1993) y Tierra (1996). Y podemos salvar también La pelota vasca, la piel contra la piedra (2003).

He llegado a la Mirbachplatz y había una pequeña iglesia, he pensado, abandonada y medio en ruinas. Le he dado la vuelta a la rotonda y he cogido dirección al parque WeiBensser. El lago era inmenso para un parque. Y es que no dejan de llamarme la atención los parques de Berlín, son bosques a los que se les respeta su naturaleza. En la orilla del lago había dos barquitos de papel. Por supuesto, me he puesto a grabarlos. ¿Cuántas veces se encuentra uno con barcos de papel que flotan de verdad en medio de un lago?


Ya tenía el punto de partida para iniciar la serie de haikus inspirada por los poemas de Irene. Barcos de papel, patos, la luz bañándose en el agua… difícil de encajar en la tristeza que tiñe sus haikus. Pero más interesante saldrá el vídeo. Adiós a la delicadeza y la ñoñez de los cisnes, adiós los barcos de vapor y las luces doradas del sol. Que se llenen de tristeza esos iconos gentiles, que desparezcan sus rimas sutiles. He decidido que utilizaré éste:

Senyal

Vida de paper
Has deixat l’estampa en ella
Amb eixa tinta vermella

Cuando me estaba marchando he visto que un hombre se ha tirado desnudo al lago para darse un chapuzón y lavarse un poco. Una señora con la que me he cruzado me ha dicho algo en alemán riéndose. Cómo llevaba la cámara al hombro supongo que habrá sido algo tipo que lo grabase, no lo sé, pero he asentido con una sonrisa y he seguido caminando. Ha sido entrar y salir del agua, no he podido grabarlo, y tampoco habría sido pertinente.


A la vuelta he decidido bajar por un camino diferente que me ha llevado al cementerio judío. Al lado del cementerio hay un Lidl. Unos chavales han salido corriendo con un par de botellas de alcohol cada uno y mirando hacia atrás mientras soltaban carcajadas malhechoras. Estaba claro que lo habían birlado. Al llegar al final del cementerio me he metido por una callejuela sin asfaltar que daba a una especie de camping. Algo muy extraño: a la izquierda un pequeño taller y concesionario de Citroën, a la derecha el cementerio, entre ambos una idílicas casas de verano con su jardín bien cuidado.


Para llegar a casa debía pasar por el Görlitzer Park con mis queridísimos drug dealers. Con estos pelos y estas barbas debo de tener pinta de consumidor de marihuana, pues uno tras otro me han ido ofreciendo. “Hallo! Do you want some weed?”. “No, thanks” y he cruzado el parque.

Nada más llegar me he puesto con el relato corto/guión de Desaparecer. Después me he leído el guión del cortometraje que está preparando Cyril. Me lo ha pasado para que le diera mi opinión. Me lo he leído en francés y en inglés para que no se me escapase nada. Una buena respuesta requería tiempo, y escribirla en mi frenchglish todavía más.  Al menos con el puedo ir cambiando el idioma cuando no me salen las palabras, eso hace las cosas más fáciles. No sabré hablar bien ningún idioma, pero chapurreándolos todos un poco algo se puede hacer.  Lo mismo me ha pasado con Giulz, que hoy, por sorpresa para mí, me ha escrito un mensaje para decirme que ya había llegado a Berlín. Le he contestado en italiano y eso también me ha quitado minutos. Después el correo pendiente que tenía con Florence para intercambiar cortometrajes y demás. Éste correo todo en francés. Tengo pendiente el alemán…

Se me ha hecho tarde para transferir el material grabado, o ponerme a editar el vídeo en el que empecé a trabajar ayer y que consiste en comparar una actuación de música tradicional coreana con otra de flamenco. Mañana me pondré con ello, después con el haiku y después con el corto para Notodofilmfest. Tres proyectos diferentes en la cabeza. También estoy leyendo tres libros diferentes. Y todos los días caen una película y un par de capítulos de series de televisión. Entre medias camino, como, trabajo y escribo. No sé de dónde saco el tiempo ni las fuerzas, pero ahí están. Es la pulsión creadora, inagotable, insaciable.


Cuando ya me disponía a cenar y tenía el capítulo de Futurama esperándome, he salido al comedor ha prepararme la leche. Estaba la nueva inquilina, Lye, haciéndose la cena. Me ha repetido su nombre varias veces, pero ha sido imposible pronunciarlo. El mío tampoco era fácil, así que los dos contentos. He decidido hacerle compañía, cenar con ella, hablar un poco y conocernos mejor. He vuelto a la habitación, he quitado el capítulo de Futurama, cogido el paquete de Corn Flakes y he salido a la cocina. Me ha contado que pinta y hace fotografías de ruinas, que vive en Alemania desde hace seis o siete años, pero que los últimos meses estaba en otra residencia artística de Estambul. Ha vuelto para terminar el proyecto que debe presentar de final de estudios en su escuela de bellas artes cerca de Leipzig (si no recuerdo mal). Ha estado en Granada y en Sevilla. Yo le he dicho que quiero a Taiwan y que tengo una prima china. No sé cómo, pero siempre termino sacando a Carlota en todas mis presentaciones. Hemos terminado de cenar y ya eran las diez y media. Como escribir cada capítulo me lleva unas dos horas y media, me he puesto a ello sin ver ninguna película, aunque tampoco tenía la cabeza preparada. Para mañana dejo el documental sobre El infierno de Henri-George Clouzot (Serge Bromberg y Ruxandra Medrea, 2009) que me ha pasado Cyril, y, puede que también La vida secreta de Walter Mitty (Ben Stiller, 2013), que para los que no lo sepan es un remake de una película de Norman Z. McLeod dirigida en 1947 e inspirada por un relato de James Thurber. Estoy pensando que últimamente tengo al cine asiático un poco abandonado. Le daré estas semanas.

viernes, 3 de enero de 2014

2-1-2014. (Re)cambios

2-1-2014

(Re)cambios

Desde mi ventana he visto a Florence volver a París. Por la noche me he puesto Desmontando a Harry (1997). La primera película del año es muy importante para mí. Desmontando a Harry fue mi primera película de Woody Allen, y con ella comenzó todo el periplo que me ha traído hasta aquí. El último soliloquio del film me ha producido un chasquido de dedos en las neuronas: “Un personaje demasiado neurótico para funcionar en la vida y que sólo funciona en el arte. […] Todos conocen la misma verdad. Nuestra vida depende de cómo la distorsionamos. Sólo tuvo serenidad al escribir. Escribir, en más de un aspecto le salvó la vida”.

Pero han sucedido varias cosas hasta llegar a Harry. Hoy me ha costado la eternidad y un día tener ganas de hacer algo. El frío comienza a entrar por las grietas de la habitación y el calor de las sabanas es excesivamente sobrecogedor. También el pesar de las despedidas. Aún así, a las ocho estaba arriba. Sin ganas ni energías de salir de casa he ido al Lidl. A la vuelta me he recogido cinco minutos más en la cama. He pensando en lo que podría hacer esta mañana. Hoy quería terminar de editar el vídeo de Hanneke, pero eso podría hacerlo por la tarde y no quería quedarme todo el día en casa. He recordado que tengo las zapatillas rotas de tanto caminar. La media de vida de mis zapatillas suele ser de un año. También he pensado que necesito una sudadera, pues sólo tengo una, y de caminar, sudar y las gotas de lluvia que le caen encima todos los días, la tengo que lavar cada dos por tres quedándome casi en paños menores. Así que me he hecho el animo de buscar algo tipo Decathlon, que hay veintiuno en Alemania pero ninguno está en Berlín.

Cuando estaba casi a punto de salir, con las mismas ganas que las de una liebre en una carrera de galgos, Hanneke ha llamado a mi puerta. Tenía que salir a cerrar un asunto y me ha pedido si podía estar atento por si le traían un paquete los de correos. Sergio no estaba todavía en la residencia y no había nadie en la oficina para atender al cartero. Ha sido la excusa perfecta para no tener que pisar la fría, húmeda y resbaladiza calle, otra vez. He aprovechado la mañana y he terminado la secuencia de Hanneke pintando el mural. He podido añadirle sonido directo de detalle de sus acciones y el vídeo ha mejorado bastante, ha ganado en riqueza. Lo que hace un buen tratamiento de sonido… gracias a ello una película es una película. 


También he podido hacer un trucaje en el capítulo final mientras pinta. Son tres rectángulos, el primero de ellos es la vitrina del showcase en la que Hanneke ha colocado la pintura original sobre cartulina. Pero esto lo ha hecho al final. Por razones narrativas he tenido/querido utilizar este material el primero, provocando así que en los planos generales mientras pinta los otros dos rectángulos, la vitrina todavía este vacía. A base de añadir capas y cortarlas al milímetro una a una he conseguido que la vitrina vacía la ocupase la pintura de Hanneke, de esta forma se ha mantenido ese falso raccord, esa falsa continuidad, que he estado practicando durante todo el vídeo. Para dar la sensación de avance y no repetir la jugada, he aprovechado los movimientos de Hanneke y las escalas del plano para que en una misma serie de gestos continuos realice cada uno de los cuadros que forman el mural. Es muy divertido jugar con este falso raccord, y muy económico para el montaje y agradecido para el espectador, pues mediante una verosímil continuidad puedes dar grandes saltos temporales que no saltan, y sin darte cuenta, el mural está pintado. Movimientos y escalas, la clave de una buena narración clásica en imágenes, que se vuelve más divertida al hacer estas pequeñas y tramposas variaciones entre el respeto por la norma y la trampa del tiempo.

Nadie ha llamado al timbre, pero cuando he bajado había un cargamento de cajas. Habrían llamado sólo al timbre de la oficina y Sergio ya habría llegado. Le he preguntado. Esas cajas no eran para Hanneke. No sé si la habré entendido mal cuando me lo ha explicado y eran igualmente estas cajas las que tenía que esperar o si no le ha llegado todavía la suya. Al final, a las tres de la tarde le he dicho a Sergio que estuviera atento por si llegaba algo para ella y me he ido a dar una vuelta, ya no valían excusas. Por el camino he grabado y he hecho una foto de una botella que flotaba río arriba.



Me he acercado a una tienda de pinturas. Estaba vacía y era pequeña, me daba corte entrar y he pensando que ya pasaré otro día o cogeré el metro y me iré al centro comercial Boesner, sólo de materiales de bellas artes. He ido en busca de alguna tienda donde comprarme las zapatillas y la sudadera. Al llegar a la estación de metro de Hermannplatz he reparado en que había una especie de El Corte Inglés, y he entrado a ojear. Quería unas zapatillas como las que llevaba, mismo diseño y color. He encontrado unas muy parecidas, sólo que en lugar de azules eran negras con franjas grises. Por suerte, eran las más baratas. La sudadera igual, una roja ligeramente desteñida que no pasaba los veinte euros. Unos segundos antes había sostenido una de casi cincuenta que he dejado en seguida en su sitio nada más ver la etiqueta. Ha quedado claro que la galleta de la suerte china que me pronosticó mi pasión por la moda no dio en el clavo. El orden de preferencia cuando voy de compras es barato, bueno, bonito.

Al regresar a casa había movimiento. A la residencia ha llegado una nueva inquilina que ahora mismo está durmiendo en la habitación de al lado. Mientras llevaban sus trastos a la habitación yo he salido a la cocina a picar algo. Me he cruzado con un hombre que acababa de subir un par de cajas. Pensando que era él el nuevo vecino le he saludado educadamente presentándome. Me ha devuelto el saludo sin detenerse y diciéndome algo en alemán. Unos instantes después ha aparecido Sergio con más cajas y le he preguntado si ese señor era el nuevo artista. No, era el hombre de las mudanzas. Una pifia más para la lista, que se suma a la ya mítica “ponme un agua para llevar”. No me he cruzado con la nueva, pero Sergio me ha dicho que es de Taiwan y se llama Lye (creo recordar).  En la planta de arriba se ha instalado una chica coreana, la que entra por la que se ha ido, en la misma habitación, justo encima de mi. Por ahora no han hecho ruido ni la una ni la otra, así que podré decir que “con estos vecinos duermo bastante” (El último vecino).


jueves, 2 de enero de 2014

1-1-2014. Mi noche con Maud

1-1-2014

Mi noche con Maud

Creía que nunca iba a poder citar Toro, la canción de El columpio asesino. Pero… “vamos niña, ven conmigo. Vamos hoy a divertirnos. Yo te pintaré un bigote, necesito un buen azote. Maraca loca, piano ardiente. Nunca fuimos delincuentes. Gafas negras en la noche. Vamos niño, sube al coche. […] Te voy a hacer bailar toda la noche. Nos vamos a Berlín, no quiero reproches”.

Salimos los tres, Cyril, su amiga Florence y yo, de la residencia casi a la once de la noche. Una densa humareda provocada por los petardos y demás fuegos de artificio nos hacia caminar por un paisaje en la niebla en el que en cualquier momento nos podía estallar algo encima. Cyril le decía a Florence, en francés, que esto parecía la guerra y que si seguía así no llegábamos vivos a las doce. En Francia no se celebra con esta pirotécnica efusividad el año nuevo. Cada ciudadano lleva encima todo un arsenal de fuegos artificiales que lanzan a diestro y siniestro. Mientras nos dirigíamos a la estación de metro vimos como a unos les salió mal el disparo y les cayó la bengala en sus pies, persiguiéndoles por debajo de las mesas de la terraza del bar. Le comenté a Florence que en la Fallas es todavía mucho peor. Me dio las gracias por advertirle y me aseguró que no viajará a Valencia. Ellos sabían el destino y yo iba como Pez en la ola, otra vez de El columpio asesino:

Voy a intentar anular mi voluntad,
voy a intentar dejarme llevar,
 como pez que en la ola va,
 como ola que va por el mar.

 A paso lento me alejaré,
por el camino que está por hacer,
como un barquero en la oscuridad,
sin más timón que su corazón

Tú ya no me puedes ayudar,
tus palabras me atravesarán,
sin poso alguno de lo que quedó ayer,
amigo mío, ya no hay dirección.

Pero sé muy bien adonde voy,
pero sé muy bien adonde voy,
como pez que en la ola va,
como ola que va por el mar…
por el mar.

Y la ola nos llevó hasta el los márgenes del centro de Berlín en busca de un pub en el que celebrar la llegada del año nuevo. Cuando lo encontramos estaba cerrado. Nos fuimos al de la calle de enfrente. Al entrar nos encontramos con una mezcla entre un cuadro de Hopper, el garito de Terciopelo azul (David Lynch, 1986), un regreso a la década los setenta y la visión de Wenders sobre la americanización de Alemania y música de la banda sonora de Pulp Fiction (Quentin Tarantino 1994). Dieron las doce y lo celebramos. Nos quedamos un par de horas más en el lugar esperando a que el Gretchen Club, nuestro próxima parada, tuviera más ambiente. Florence es francesa, rubia y de ojos azules.  No tardaron en intentar entrarle. Mientras un joven alemán le daba la tabarra yo hablé con Cyril sobre Jean Renoir, Robert Bresson, Al final de la escapada (Jean-Luc Godard, 1960), la Nouvelle Vague… y que nosotros somos la Nouvelle Nouvelle Vague, la nueva nueva ola. De repente el joven alemán desapareció. Florence nos explicó que había sido decirle que era francesa para que este hiciera bomba de humo. Pero más tarde volvió a la carga hasta conseguir darle su Facebook a nuestra  amiga. A las dos nos marchamos de allí y el joven alemán, intentando ligar sin suerte, había perdido a sus amigos. Lo bueno de ser un pagafantas y salir únicamente a pasar un buen rato sin pretender ligar es que no te pasan estas cosas.

Pero si, soy un pagafantas, que le voy a hacer. La música del Gretchen Club era bastante mala y el ambiente muy seco. Los alemanes parecen troncos de dos metros que se mecen muy lentamente cuando sopla un fuerte viento. Nadie se movía. Me sorprendía que fuera yo el que más ritmo llevaba en el cuerpo. A Florence le hacía gracia. Cyril se marchó, no le supo mal perder los excesivos veinticinco euros de la entrada. Pero para estar ahí, mejor en casa. Pero los pagafantas no nos vamos a casa si estamos con alguien como Florence. Nos quedamos, aguantamos lo que nos echen. Actúo una chica de pelo rosa que no lo hizo nada mal. Hablamos de nuestras cosas. Florecen también es cineasta. Me enviará su último cortometraje de ciencia-ficción. No tenemos la misma opinión de Darren Aronofsky, pero a los dos nos encanta la ciencia-ficción. Yo le enviaré Monumentos en la luna, que como le he intentado explicar, es un documental con una historia paralela de ciencia-ficción. Florence quería ir a un pub donde trabajaba un chico al que había conocido el otro día. “Ok, come on”. Florence perdió el resguardo para que le devolviesen la chaqueta del guardarropa. “Ok, no problem”. Ella había dejado su abrigo después de dejar yo mi chaqueta así que no sería difícil encontrarlo. Lo conseguimos. Nos tocó pagar dos euros por hacerles buscarlo. Como buen pagafantas puse yo los dos euros. Pero el taxi lo pagó ella.

Llegamos al otro bar. Con bastante más ambiente, pero la misma marcha de palos secos en la pista de baile. En el Gretchen Club habíamos hablado de música, de Radiohead, The White Stripes  nos pusieron Elephant y “I bet that you look good on the dancefloor”, como cantan Arctic Monkeys. A Florence se la veía animada pero no alcanzaba mi ritmo. “You dance to fast”.  Tiré de topicazo para hacer la gracia: “I’m latinman”. Y le conté que curiosamente esa mañana había visto en Facebook una lista de un estudio que indicaba que los alemanes son los peores amantes y los españoles sus antípodas.  Y quedó demostrado con el segundo joven alemán que intento ligar con ella. Como no es que sólo sea un pagafantas, sino que tengo cara de ello, los demás no se cortaban al entrarle. Mientras el nuevo joven alemán intentaba fingir interés y darle conversación yo me divertía mucho observándole. Por la cara de Florence estaba claro que no quería nada con él y que se lo quería quitar de encima. Un rápido viaje al baño y problema arreglado.

Más tarde se nos unió el chico del bar al que Florence conocía. Apenas tres minutos después éste ya estaba bailando con otra. Cuando Florence me lo presentó, su mirada enseguida me pareció desconfiada. Pero a Florence le gustaba. Así que hacia el final de la noche ella se me acercó y me regaló una bebida que no llegué a probar, porque de tanto bailar mis intestinos estaban más liados de lo que suele se habitual. Me hizo este regalo para decirme que iba a hablar con el chico del bar, a ver si conseguía algo. Como buen pagafantas que tiene las únicas llaves de casa y acepta que está en su particular Mi noche con Maud (Eric Rohmer, 1969) sólo para hablar, aprender de la vida y pasar un  buen rato sin pretender nada más,  además de que era la amiga de mi amigo, le dije que adelante y que la esperaba sentando junto a los abrigos. A los cinco minutos estaba de vuelta. El del bar la había rechazado, me contó triste. Le acaricié suavemente la mejilla, le dije “don’t worry, he is stupid. You are very beautiful, is his problem. Do you want go home?”.  Asintió y salimos del local.

Eran las siete de la mañana y todavía era noche, eso nos llamó la atención. Tuvimos suerte y al salir llegó un taxi vacío. Esta vez pagamos a medias, me sabía mal lo de la bebida que me había comprado y no había tocado. Ella se fue a la habitación de Cyril, que ya estaba ronroneando y le costó abrir la puerta. Yo me tiré en la cama y dormí unas cuatro horas. No es bueno romper los ritmos de sueño y prefería dormir poco para al día siguiente acostarme a la hora habitual.

¿Quién me iba a decir que terminaría pasando así una Nochevieja? El único día del año en el que me sale el mal humor desde lo más profundo de mí se había convertido en toda una experiencia. En el primer local, Cyril y Florence me preguntaron si recordaba donde estuve en el 2012 celebrando el final del año. Les dije que no lo recordaba… porque no lo recordaba. Pero este año no se me va a olvidar nunca. ¿Quién me iba a decir que pasaría Mi noche con Maud?

Cuando me he despertado me ha apetecido desayunar en el comedor. He cogido el libro de cuentos chilenos y me he sentado en la mesa al lado del horno a leer mientras me comía mi bollo de leche y la galleta de chocolate. En eso ha entrado Hyeja a preparase la comida. He dejado el libro y me he puesto a hablar con ella. Una vez más ¿Quién me iba a decir que la comida de año nuevo la haría con una chica coreana hablando de cine coreano?

Le ha sorprendido que conociese a Hong Sang-soo. Le he dicho que en Europa es famoso y que su película En otro país (2012) esta en todas las listas de lo mejor del año en España. Le gusta mucho este cineasta porque hace las cosas muy sencillas y muy bellas, porque de la cotidianidad hace cine, y de los diálogos el alma. Me ha dicho que en Corea no tiene mucho éxito porque no hace blockbusters, pero que sí, que fuera va a muchos festivales. Le he enseñado mi pintura Gainsbourg y ha sacado una lectura muy interesante en la que no había pensado: el tríptico es azul marrón y verde: el cielo, la tierra y la naturaleza, cubiertas por esas manchas negras que son la contaminación. Resulta que la pintura era más buena y más interesante de lo que pensaba. El artista nace, no se hace, pero necesita trabajo y estudio para ser bueno y que el subconsciente trabaje así de bien por si sólo. Antes de despedirnos, mientras se preparaba el café, le he preguntado por las galletas de la suerte chinas que guarda en la despensa. Nunca había visto ninguna de verdad, sólo en las películas. Me ha regalado una.

Por la noche nos hemos vuelto a ver. Como Florence se va mañana por la mañana, Hyeja nos ha preparado a todos los de nuestra planta una cena coreana que estaba buenísima. Yo, modestamente, he preparado una ensalada para decorar el centro de la mesa y he ofrecido mandarinas de postre. Una velada, como todas las de los glogauers, de lo más agradable. Hyeja, mientras se prepara un cigarrillo al igual que Cyril, me ha preguntado si tampoco fumo. Le he dicho que no. “You don’t smoke, you don’t drink wine… you are like a priest”. Nos hemos reído con esa comparación con un sacerdote. He pensando decirles que un sacerdote no, un pagafantas si. Pero como no se la expresión en inglés me he limitado a aumentar la broma diciendo que mi colegio estaba junto a uno de curas y algo se me ha pegado.  Después de cenar me he quedado hablando un rato con Florence. Me ha contado su aventura de hoy, yendo con resaca por la ciudad y entrando en un museo en el que un hombre muy amable le ha explicado los cuadros, y en una iglesia donde ha visto un órgano que le ha recordado a Metropolis. Le ha hecho gracia que agite el teléfono móvil cada vez que carga buscando información en internet. Facebook. “You’re welcome in Paris”. “C’est a plaisir”. Dos besos. “Bonne nuit”.  

Después del postre, Hyeja nos ha ofrecido galletitas de la suerte chinas. En el papelito interior que imagina tu futuro me ha salido: “You have a passion for fashion”. Ya tengo propósito de año nuevo: interesarme más por la moda y dejar de vestir camisetas monocromáticas del Decathlon. Dudo que lo haga, como todo buen propósito de año nuevo. Aunque dos que debería intentar cumplir son: ir a París y dejar de ser un pagafantas y hacer Una llamada a la acción, como canta Sr.Chinarro, para no terminar como en esta letra de El columpio asesino (por ir cerrando el bucle):

Dispararé
a quien quieras por ti.
La calle haré
cuando quieras por ti.
Un perro soy
y me hacen ladrar,
no tengo elección.
Y si me quieres sólo para mirar,
tras las cortinas sabré esperar.

Dime qué
quieres para volar,
yo te lo traeré.
Y si decides ya no aterrizar
no tienes más que a mi puerta llamar,
seremos ángeles una vez más,
no tienes más que a mi puerta llamar,

seremos ángeles una vez más.